sábado, 30 de abril de 2011

Homenaje a Ernesto Sabato

Las hojas doradas forman un sendero
Crujiente y a la vez esponjoso.
Reflejan al sol y ocultan el cielo
Limpio, celeste y hermoso.

No hace frio y el calor no agobia,
Empezaron a emigrar las golondrinas.
EL sol de la tarde proyecta las sombras,
La luna lentamente se avecina

Cae la noche y las hojas doradas
Aùn brillan por cielo y por tierra,
Hermoso otoño que en tus entrañas
La melancolía encierras.

El día triste te rinde homenaje
Tras llorar la noche entera,
tu alma emprende su vuelo,
tu memoria comienza el anclaje.

Solo se escuchan suspiros,
De amor y de desconsuelo,
El escritor y sus fantasmas se han ido.
No hay palabras para el duelo.

viernes, 29 de abril de 2011

Teresita Tucita- Capitulo 11

No tenia apuro. Amaneció con la alarma de la tele y gastó su primera media hora del dia en ver los detalles de la boda Real. Entre el sueño y la vigilia su cabeza paseaba a través de la multitud abultada para ver el espectáculo y ella creía descubrirse a lo lejos llevando un deslumbrante vestido blanco lleno de volados y sosteniendo un ramillete de jazmines cuyo aroma impregnaba la imagen. Los cientos de millones de asistentes coreaban su nombre y Teresita más desinhibida que nunca saludaba a la multitud con la mano libre de ramo, paseando a un lado y otro de su tocado recogido con strass.
El locutor del noticiero anunció la hora y la temperatura y Teresita viajó de Londres a su cama en vuelo directo. Hora de levantarse y devolver el príncipe a su princesa.
“Yo voy a encontrar un príncipe propio” – pensó “HOY, voy a salir a buscar a mi príncipe”.
Se vistió con dedicación y esperanza. Un vestidito corto que dejaba ver gran parte de sus piernas, con un corte arriba de la cintura que remarcaba más aun sus curvas ya pronunciadas por naturaleza. Se planchó el pelo, escondió entre la melena dos grandes aros que brillaban con el reflejo del sol y con un poco de rimmel y rubor se sintió lista para ir en busca de su hombre. Casi como la princesa de la boda real. Casi.
Subió al subte con mucha actitud, controlando el calor que subía por su cuerpo al recibir tantas miradas. “wow, si valió la pena el esfuerzo”- se dijo “ ¡hoy mato!”. Apenas entró se paró delante de un hombre sentado y se tomó con fuerza del pasamano. El hombre la miró un momento de pies a cabeza y no tardó en ofrecerle el asiento. “No gracias, estoy bien”- contestó Teresita que ya no pudo contener la coloración express en sus mejillas. Y con cara de desentendida sacó su reproductor y se abstrajo en el mundo de la música para olvidar el mal trago.
Bajó del subte antes de lo debido, solo por evitar las miradas del hombre que evidentemente, todavía intentaba descifrar si la panza era o no de embarazo. Él no era el único que la miraba, pero el resto debían contemplarla por su belleza, estaba claro. No había pasado horas frente al espejo solo para que le insinúen un embarazo que no tenía ni padre hipotético. Su autoestima había empezado a desmoronarse, pero quedaban todavía los restos de esa fuerte creencia que habían arraigado en su mente desde chiquita los parientes más cercanos: su abuela y su madre que no paraban de repetirle una y otra vez mientras aplastaban sus cachetes lo linda que era. “No pueden haberme mentido, si debo ser una chica atractiva” se dijo, y bajó del subte siendo una vez más el centro de todas las miradas.
Caminó seis cuadras hasta llegar al trabajo. En la cuadra número cuatro, un señor de edad se dio vuelta a su paso y casi tropieza con el cordón de la vereda por mirarla. “Viejo verde”-pensó. Y siguió caminando a paso ligero. En la cuadra cinco pasó por una obra en construcción y lo minimo que le dijeron fue “tu papa debe ser jardinero, para sembrar una flor en semejantes macetas” . Lo tomó como un cumplido, y siguió su andar con la frente en alto.
En la cuadra seis, justo antes de llegar, pasó delante de una puerta espejada y la vanidad del día la llevó a contemplar su reflejo. Al primer vistazo no quiso creerlo, pero le bastó un segundo más para comprender a que se debían tantas miradas.Un gran culo al aire! Debió haber sido cuando fue al baño antes de salir de casa, si, como minimo una hora atrás. Minimo un subte y seis cuadras atrás, que en su ropa interior había quedado atrapada toda la falda del vestido. Al aire libre iba su bombachon de abuela color hueso. Al aire libre sus maceteros gritando a los cuatro vientos por favor Teresita larga los postres! Y ella que iba orgullosa meneando las caderas de lado a lado, creyendo que admiraban su belleza, cuando se estaban deleitando con un show de pseudo nudismo.
Se soltó rápidamente el vestido atrapado y sintió como cesaba el chiquete por la cintura. Como no se había dado cuenta antes!. Apuró el paso más que nunca manteniendo la actitud de siempre.
Ese día volvió temprano a casa, cambió el subte por colectivo para evitar encontrarse de casualidad con las mismas caras que en la mañana. Apenas subió al 59 un señor se apresuró a dejarle el asiento, pero esta vez, sin sonrojarse ni un poco, se acarició la panza y sonrió.
“Dos veces en el día me ceden el asiento, dejemos de lado la causa. Hoy no habré encontrado a mi príncipe, pero me trataron como a una reina”.

martes, 26 de abril de 2011

Teresita Tucita- Capitulo 10

Habían quedado en volver a verse. Lo que no estaba definido era cuándo, y Teresita no esperaba que fuera tan de improvisto.
Salió de su casa apurada como todas las mañanas. Después de postergar el despertador cada cinco minutos durante media hora, saltó al reparar finalmente en el reloj y pasó por la ducha como un delfín. Baño psudo polaco, por no ser tan ordinarios: digamos que pies, axilas y dormitar en la ducha un rato. Una vez “limpita” se disfrazo con la ropa a medio usar que tenia acumulada en la silla: la camisa del lunes con el pantalón del martes, el saquito un poco arrugado del miércoles y, eso si, las medias limpias; el ultimo par que quedaba en el cajón, sus preferidas, tan preferidas que de tanto usar, tenían algún que otro agujero. En fin, demasiado para un jueves.
Se tragó el café con leche de rutina y a punto e cruzar la puerta se acordó de la cartera. Corrió a buscarla y con el mismo impulso siguió corriendo hasta alcanzar el colectivo. Tenia que recuperar la media hora de yapa que le robó al despertador.
Llegó al trabajo algo agitada, con los pelos parados, como de costumbre, y casi en horario. La mañana pasó volando, entre papeles y llamados, se mantuvo entretenida y la cabeza en las cosas mundanas que no hacen más que empujar a las agujas del reloj. Los problemas llovían y el teléfono no paraba de sonar – “Buen día habla Teresita, en que puedo ayudarlo?, -Buen día, habla Teresita, en que puedo ayudarlo? – Buen día habla Teresita…” Cada vez que lo repetía su voz se tornaba mas seria y la propuesta de ayudar menos sincera. Fue como a la vigésima vez que sonó el teléfono a las cuatro de la tarde cuando escuchó su voz al otro lado. Se quedó perpleja. No sabia que tenía su número laboral, es más, ni siquiera esperaba recibir noticias suyas tan pronto. Fue tal la sorpresa que aceptó sin dudarlo la cita que le propuso –“ Ok, pasame a buscar a las siete y vemos que hacemos”. Fue tal la alegría de escuchar su voz que no reparó en la sucesión de tormentos que mas tarde cruzaron su cabeza entre las 4 y las 7.
A las seis desconectó su sistema. Seguía ahí, firme frente al monitor pretendiendo tipear quien sabe que cosas, con una mirada concentrada que reflejaba asuntos importantes, cuando en realidad su mente vagaba entre los deslumbrantes ojos azules que la esperaban a las 7 y sus medias con agujeros. Control- Tab; control-tab. Pasaba con habilidad de la pagina llena de números de Excel a la búsqueda en Google que mostraba literalmente “bares a donde ir en la segunda cita”.
El fue puntual; ella mas que nunca. A las siete cero uno se subió a su Corolla reluciente y dado que él no tenía plan sacó a brillar sus bastos conocimientos e la noche porteña (que el amigo Google acababa de proporcionarle). Enumeró una a una las opciones, con una detallada descripción que había aprendido casi de memoria. El escuchaba sin poner atención y eligió casi por descarte el último de la lista: -“Vamos a Antares entonces”.
A juzagar por su actitud, parecía como si lo hubieran obligado a salir, puso la música fuerte, a un nivel que impedía la conversación, y cuando ella tarareaba las canciones o se sumaba a los coros, el cambiaba el dial. A la tercera vez, Teresita pensó que ya no debía ser casualidad: cerró la boca y no emitió más sonido hasta llegar a destino.
Una cervecería enorme, con elaboración propia y cervezas de todo tipo y color. El pidió un agua con gas. “Hubieras elegido otro lugar si no te gusta la cerveza” objetó Teresita que empezaba a incomodarse un poco mas. –“No, está bien, es que no tomo alcohol. Además no entiendo la gente que toma, no se dan cuenta de que están tragando veneno. Después andan haciendo pavadas y hablando boludeces. No te preocupes, contame más de vos. ”
Teresita dejó pasar el comentario y dándole un trago profundo a la cerveza trato de remontar la situación haciendo un resumen de los puntos mas relevantes en su vida -“Bueno, vivo con mis padres, practico danza moderna y estudio diseño de modas”. Claro, su atuendo del día no reflejaba exactamente el look de una diseñadora de modas, si no más bien de una linyera , pero eso no quería decir que no llevara dentro, muy adentro, una mujercita coqueta.
-“Todavía vivís con tus padres?”- no pareció importarle otra cosa. “Yo vivo solo desde los 18, no soportaría seguir viviendo con mi familia. Si no te vas de tu casa cuando sos joven después te volvés dependiente de tu familia y ya no sabes hacer nada por tu cuenta. Además no tenes intimidad, una cagada”.
Pensó si dejarla pasar nuevamente o levantarse de la mesa y dejarlo pagando la cuenta. Decidió mantener la calma, cosa que le estaba costando horrores. Por suerte llegó la picada y al menos mientras comían tenían excusa para disminuir la charla. Ella probó el queso, después el salame, y mientras untaba el pan con un dip lo miraba hacer lo mismo “Lastima que sea mas salme que el de la picada, porque está mas bueno que comer pollo con la mano”.
Él no se enteraba de nada. Miraba sin disimulo las mesas que los rodeaban y criticaba aquí y allá siempre que podía. Ante la falta de entusiasmo, Teresita se resignó y decidió al menos aprovechar la picada que le daba más satisfacción que la compañía. Casi se atraganta cuando al segundo pedacito de queso que se llevó a la boca, él finalmente se acordó que la tenia en frente y volvió a dirigirle la palabra: -“¿Porque comes tan rápido? Mira que no te voy a sacar la comida de la boca, eh!”. Quizo creer que era un chiste, pero las risas nunca llegaron.
Había pasado apenas una hora. “¿Vamos?”. Dijo Teresita después de pagar la cuenta.
Se subieron al Corolla y él la invitó a pasar la noche en su casa, calculo que por no tener que manejar hasta la de ella. Pese a todo, Teresita lo dudó un momento “Y..si me lo banqué hasta este punto, ¿por qué no hacer un esfuerzo? Por esos ojos azules, si cierra la boca creo que hasta podría disfrutarlo”. De pronto le vino a la mente el recuerdo de su abuela -“Siempre medias y bombacha en condiciones querida, por si tenés un accidente”.
-“No te preocupes, dejame en la parada que me tomo el colectivo”- Le dijo, y el Corolla frenó media cuadra mas tarde dando fin a la cita.
Todos tenemos unas medias agujereadas en el cajón. A veces nos salvan.

lunes, 18 de abril de 2011

Teresita Tucita- Capitulo 9

“Te invito a pasar el día en una isla, es por acá cerca, no podes decirme que no. Te paso a buscar mañana a las 9, te parece?”
Teresita no puedo negarse. Era un buen plan, tenia que reconocer que hacia mucho tiempo no le proponían una cita tan fuera de lo convencional. El dia en una isla…sonaba bien, entretenido, sobre todo era una buena oportunidad para aprovechar el sol en una tarde de primavera.
Le costó decidir el atuendo. Nada era lo suficientemente cómodo para afrontar un día entero en la naturaleza y a la vez lo suficientemente sexy como para una segunda cita. Se decidió por unos pantalones de algodón blancos y una remera de lo más sencilla que no decía demasiado.
A las 9 en punto sonó el timbre. Salió de su casa y buscó con la mirada entre los autos estacionados para ver en cual lo encontraba. Para su sorpresa salió apurado del kiosko de la esquina y se acercó a Teresita corriendo: “Compré chicles para conseguir monedas” le dijo, “vos sabes en donde para el 63?”. También él había elegido el blanco en sus bermudas.
Caminaron unas cuadras hasta la parada mientras él explicaba paso a paso los planes para el día: “Bueno, ahora nos tomamos el colectivo hasta la estación de tren, de ahí será una hora mas y por ultimo la lancha colectiva hasta la isla. Ponele que a eso de las 12 estemos ahí”. Teresita ya sentía la fobia a la isla, con semejante viaje de vuelta, las ganas de aprovechar el sol primaveral se evaporaban a la luz del astro.
El viaje en colectivo fue bastante breve o al menos la conversación estaba entretenida y el tiempo pasaba más de prisa. El había pagado los pasajes, así que Teresita se apresuró a comprar los boletos de tren, creyendo que compartir los gastos la libraba del compromiso de tener que retribuir de otra manera. Boleto en mano se acercó al molinete que llevaba a los andenes. No es que Teresita viajara demasiado seguido en tren…se paró frente a la maquina y la observó desafiante, intentando descifrar en donde meter el boleto para que el molinete finalmente girara. La maquina no parecía tener ranuras. Ella no reparó en la cantidad de gente que se giraba para verla, tratando de comprender que era lo que buscaba en el molinete. El la miraba atónito sin reaccionar del todo; si hubiera comprendido lo que intentaba hacer la hubier ayudado. Teresita seguía con la vista fija en la maquina, vió un cartel que decía “apoye aquí su tarjeta y dudosa (el boleto no parecía tener ninguna banda magnetica) lo apoyó. Total con probar no perdia nada, y ese molinete estaba haciendo todavía mas largo su periplo hasta la isla. Nada sucedió, como era de esperar. Sumida en una profunda vergüenza por no poder contra una maquina tan básica, Teresita levantó la mirada en busca de auxilio, con los pómulos rojos de la vergüenza se giró lentamente, y entonces descubrió la puerta abierta de par en par que se hallaba a su lado. El le hacia señas de que se apure con un pie arriba del tren.
Pasaban las estaciones, pasaban los vendedores ambulantes, pasaban lo minutos y no parecían llegar a ningún lado. Bajaron en la última parada, orgulloso del plan que había organizado él guiaba la excursión con paso acelerado. Teresita lo seguía casi trotando, feliz de haber optado por zapatillas y no tacos.
A medida que se acercaban al agua, los mosquitos empezaron a dar el presente. Es cierto, más que mosquitos parecían elefantes voladores, pero Teresita jugaba a karate kid intentando atraparlos, mientras su compañero tiraba piñas para todos lados con cara de miedo. Empezó a sentirse el hombre de la pareja.
La lancha colectiva era para 20, pero solo estaban Teresita y su cita. El viaje transcurrió en calma, el agua estaba mansa y apenas si se mecía la barca levemente. Ella disfrutaba del sol en las mejillas y la brisa de mar que revolvía su pelo. El se aferraba con dos manos al asiento como si estuviera en una montaña rusa.
Llegaron finalmente a destino, casi como estaba previsto, alrededor del mediodía. La isla parecía desierta, salvo por los mosquitos que seguían acechando al muchacho mientras el reboleaba los brazos como un locomia.
Se sentaron a tomar algo en un barcito que asomaba a lo lejos. El día estaba increíble, el sol brillaba como nunca y sin rajar la faz de la tierra. Pidieron dos porrones de cerveza que llegaron en seguida (no había mas nadie que atender en aquel sitio) y Teresita le dio el primer sorbo sin pensarlo. El dudo instante, miró a su alrededor y luego le encargó al mozo que le trajera un vaso.
Lo dejó invitar el almuerzo aunque no estuviera del todo convencida. En medio de la charla un perro se acercó a la mesa en busca de una porción de pizza y él saltó en su silla como si hubiera sido un león hambriento. Teresita le acariciaba la cabeza, el perro despedía un largo hilo de baba pegajosa y él se esforzaba por disimular una cara de asco que nunca pudo esconder.
La vuelta fue aun más trágica. La lancha colectiva ya no circulaba por falta de gente, por lo que tomaron un “taxi acuático”, es decir: una lanchita que podría haber sido en otra vida un cajón de verduras, cuatro tablitas clavadas y un motor de la prehistoria. De solo verlo Teresita se preguntaba como haría para flotar y su compañero se persignaba en cada paso que daba hacia el muelle. Intuyo que habrá estado maldiciendo el momento en que planeó la salida, pero era demasiado tarde, nada apodia ser peor que quedar varado con los mosquitos y el león hambriento.
Subió al bote casi temblando y no emitió sonido en todo el trayecto. La lanchita surfeaba las olas y su estomago estaba a punto de originar un tsunami. Teresita se sentía Pokahontas en su versión mas metalera mientras cantaba a los gritos para ganarle al sonido del viento.
Para reivindicar su condición de caballero la acompañó a la casa. Eran las 10 de la noche cuando llegaron y pese al cansancio del día, Teresita se veía venir la interminable despedida y el beso de cierre que pagara el almuerzo. La charla se estiraba poco a poco, no quería hacerlo subir, pero tampoco parecía que el final fuera inminente, por lo que ella decidió tomar asiento en el escalón del hall de entrada. “Sentate”- lo invitó, como para compensar lo descortés de no hacerlo subir a su casa y dejarlo una hora mas parado en la puerta. “Esta bien, no te preocupes, no quiero que se me manche el pantalón blanco”- respondió.
Teresita se paró arrastrando lo menos posible sus babuchas por el suelo. Tarde; ya estaban gris oscuro, pero eso no le quitaba el sueño. “Que tengas buenas noches” le dijo, mientras le daba un beso en la mejilla que no pagaba ni los chicles de la mañana.
“Vos también, la próxima te invito al cine”.

domingo, 17 de abril de 2011

17-04-11

Por favor que no me deje de querer

porque no quiero dejar de quererlo.

Si su cuerpo olvida la atracción

que ejerce sobre mi cuerpo,

y sus labios

olvidan la textura de los mios….

estaremos perdidos.



Que no muera el ayer

sin dejar huellas.

Que brillen siempre las estrellas sobre el mar

para marcar el final de un día menos.

Porque el tiempo me logra lastimar,

con su paso lento,

con su vacilar…

No lo quiero dejar de querer,

no lo puedo dejar de buscar.

Teresita Tucita Capitulo 8

Teresita se fue de vacaciones. Y si, le tocaba, después de un año entero de fracasos amorosos, más que vacaciones del trabajo, unas merecidas vacaciones del sexo opuesto.
Armó sus valijas y partió rumbo a México: playa, sol, un buen libro y mucha tranquilidad. Sola, por el momento: sola.
Llegó a Playa del Carmen y después de mucho caminar con la mochila a cuestas, encontró un hostel lindo, bonito y barato donde pasar la noche.
Una vez que tuvo cama propia, tiró al piso todos los bártulos y salió a dar una recorrida por el lugar. El sol se estaba poniendo pese a ser las 6 de la tarde, y la gente volvía de la playa dispuesta a guardarse por un rato para salir luego a buscar la fiesta. Teresita se dispuso a buscar un lugar en donde comer algo para volver a la cama temprano y recuperar todas esas horas de sueño perdidas en el vuelo.
Caminó por la avenida principal de una punta a la otra. No una, ni dos, ni tres…habrán sido unas 7 u 8 veces. Las 6 de la tarde le resultaban un poco temprano para cenar, había que hacer tiempo, y además no encontraba ningún lugar apropiado. A veces estar solo de vacaciones no es sencillo; no quería sentarse en un restaurante sola y mirar la pared mientras engullía como un animal, ni estar rodeada de puras parejas, ni sentirse acosada por puras miradas masculinas. Elegir el lugar resultaba más difícil de lo que había pensado.
Pasaba por decima vez aquella esquina, mientras pensaba que quizás, Cancún no fuera el lugar apropiado para ir solo de vacaciones: no parecía haber solitarios rondado en la noche. Finalmente se decidió por un bar que rebalsaba de gente, al mejor estilo yanquilandia, con un plasma de 42 pulgadas que la mantendría entretenida y una amplia barra donde ejercitar sus cuerdas vocales después de tantas horas de silencio. La multitud de gringos a los gritos la hacían sentirse acompañada.
Pidió un plato de chiles rellenos y se encargó de que el Barman le jurara por su vida que no eran picantes. Mientras el juraba sobre su tumba, ella se concentró en sus ojos oscuros (casi tan oscuros como su piel tostada por el sol….bueno si, quizás un poco mas tostada que lo aconsejado…). Y cada vez que el repetía la palabra “picante”, ella le agregaba un poco de condimento a los ratones del bartender mexicano.
No pasaron ni quince minutos, y Teresita tenía en frente un plato gigante de chiles rellenos y un desafío para la noche: conquistar al morocho.
Palabras van palabras vienen, sacó a relucir todos sus encantos. Se acariciaba el largo pelo mientras discutían sobre bebidas y elogiaba sus habilidades profesionales.
Cuando uno no conoce en absoluto a quien tiene enfrente, los temas de conversación abundan, así que entre trago y trago, mientras el iba y venia despachando Coronas y batiendo Margaritas, se tejió una conversación fluida. Teresita sonreía constantemente, fingiendo una timidez que no la caracteriza y mordía los chiles con la sensualidad de toda una vedette.
El no le quitaba los ojos de encima. De punta a punta de la barra sostenía su mirada y buscaba nuevos temas para seguir conversando en los próximos minutos libres. Sus miradas revelaban un interés en común; pese al cansancio del viaje, Teresita planeaba como sería la cita con su muchacho una vez que terminara el turno en el bar. Daban apenas las 11 de la noche, pero el sol se había escondido a las 6 y ya parecían las 5 de la mañana. “Y bueno, si esperé hasta acá, puedo esperar unas horas más, vale la pena si consigo mi desafío”- pensó.
Se levantó al baño y con movimientos sutiles recorrió todo el pasillo. Sabia que él la miraba fijo mientras se alejaba. Manejó el vaivén de sus caderas con destreza y lo mantuvo hipnotizado hasta que cruzó la puerta. Se sentía satisfecha. Parada frente al espejo se acomodó el escote y el cabello, y saludando a su autoestima sonrió, esta vez sin timidez, dejando ver hasta la última muela. El trozo de chile la saludó desde su reflejo. Justo ahí, entre el molar y el colmillo, rojo y brillante como para no pasar inadvertido.
“Ay no…quien sabe cuanto tiempo lleva ahí acomodado”. Blanqueó su sonrisa con un kit de primeros auxilios femeninos y volvió al ruedo.
Se trepó en la banqueta de la barra, pidió otra agua sin gas y se dispuso a concretar la salida.
Teresita le preguntó por la ubicación del hostal donde se hospedaba, pretendiendo estar todavía un tanto perdida. Para su sorpresa, él no llegó a abrir la boca cuando escuchó una voz que venia de muy cerca de su oído. Se giró para corroborar el origen: la causa de su desdicha.
Sentada a su lado un grandote medio pelado relataba entusiasmado la respuesta a su interrogante. Así empezó y no se detuvo por la próxima hora y media.
“…y apenas das vuelta la esquina allí lo encuentras. Ah! , soy George y tu? De donde vienes? A que te dedicas? Estas sola? Te gusta México? Es tu primera visita? Cuanto tiempo te quedas?” Y Bla bla bla bla. Una larga sarta de preguntas que Teresita respondía amablemente mientras buscaba la ocasión para girarse y seguir hablando con su objetivo.
Nunca hubo un segundo de silencio en que evadirlo. Todo un entendido en la materia, el cuarentón no dejaba espacios en blanco que pudieran dar lugar a la huida. Teresita comenzó a bostezar sin disimulo, mientras pretendía escuchar por no dejar de ser amable y pensaba como hacer para conquistar delante de un conquistador sin herir susceptibilidades. Con el correr de la noche su amabilidad se transformó en furia. Ella que tenia casi todo cocinado…una hora más y estaría caminando por la arena con el camarero. Como fue que de buenas a primeras se encontraba bostezando frente a un cuarentón vervorragico y sin poder evadirlo? Que clase de “conciencia moral” la había atrapado de pronto, que no le daba vuelta la cara y seguía con su rumbo?.
Sea lo que fuere ganó la batalla. Cuando ya no pudo soportar los bostezos Teresita pidió la cuenta y se despidió vencida.
No pudo evitar que el grandulón la acompañe hasta la puerta de casa; el bartender había invitado la mitad de sus tragos.
Primera noche: fracaso 1- Tucita 0

Madurando...

ME encontré sentada en un banco de plaza, con los rayos del sol asaltando mi perfil por la espalda. Prolijamente sentada, con botas y cartera. Con una falsa apariencia de persona seria. Con mas ganas de acostarme en el banco y dormir al reparo del tibio sol del otoño, que de mantener la compostura. Una compostura que no era mia, o que al menos nunca lo había sido y me resultaba tan ajena.
Me vi sombría, distante del mundo. Como si la imagen que mis ojos me regalaban del universo no me hubiera pertenecido. Como si el cielo azul arrebatado de aves y los murmullos lejanos de la gran ciudad me los hubieran contado en tercera persona.
Algo angustiada, ¿Por qué no?. Quizás fuera la propia añoranza de esa Atilia que hoy no estaba conmigo, o la melancolía de años pasados, de zapatillas con agujeros, morral y pantalones a rayas. Tal vez me atormentaban también recuerdos oportunistas, que aprovechando mi día de silencio se colaron en mis pensamientos y me arrastraron a extrañarte. Un combo no deseado, que surgido de las sombras de mis sueños, cobró vida en mi al despertar.
Hace horas que intento poner en palabras esta sensación de agobio que me aturde. No encuentro la forma de hacerlo. Tengo frases guardadas adentro de mí, que no me pertenecen, y que agonizan ya, de tanto tiempo en cautiverio. Palabras que voy dejando morir porque no tienen sentido si no las oye tu mirada, y que además de morir en mi, envenenan mi corazón y lentamente me matan.
Lo que escribo me condena, y es cierto. Pero lo que no digo me mata. Y prefiero vivir condenada a muerte, que morir asfixiada por un “ te extraño” que creció en mi interior hasta hacerme explotar los pulmones.

05-04-11

Creerte podrá costarme,

Como mucho,

La desilusión de mi vida.

Como mucho

Un golpe al orgullo

la pérdida de confianza

un anehlo de venganza

una barca con sueños hundida.

Pero al menos podre culparte

Poner en ti mi tristeza

Y cuando logre olvidarte

Se ira contigo la pena.

En cambio si hoy no te creo,

Yo misma siembro el fracaso

La duda del “que habría sido..?”

Se coserá como sombra a mis pasos.

Y entonces no podré culparte

Por lo que te privé de darme,

Cargaré con mis decisiones

Sin razón para consolarme.

Por eso es que q elijo creerte:

Prefiero el dolor de haberlo intentado,

A la agonía inmimnente

De morir sin haberte amado.

16-04-11

No serà mas que un recuerdo

tornandose gris

y luego azul oscuro.

No dudo que me hara sonreir

por momentos,

y empañarà mi mirada en las noches de verano.

Nada ni nadie podra quitarme

el placer de haberte amado.

domingo, 3 de abril de 2011

3-04-11

Los días solo ven crecer la angustia,
está enfermando,
va a morir,
Y mi sola intención no podrá rescatarlo.

Le temo a tu indiferencia,
Temo perder el corazón
Cuando agotes tu paciencia.

El tiempo se hace amigo del dolor
cuando la ausencia aplaca el calor
que tus besos dieron a mis labios.
Ya no se si asusta mas nuestra verdad
O tus engaños.


Quisiera entender tu realidad
Y suprimir la distancia
que nos impide mirarnos de frente.
Quisiera convencerme
De que eres diferente.

No creo poder perdonar
Si me niegas la oportunidad
de conocer tu futuro y pasado
Y no seré yo quien deje de dar,
O me resigne a intentar
Tenerte de nuevo a mi lado.