miércoles, 25 de mayo de 2011

Teresita tucita- Capitulo 16

Él trabajaba en un maxi quiosco a una cuadra de la casa donde Teresita vivía con sus padres. Cuando no pasaba a comprar cigarrillos, era una coca cola; cuando no, algún chocolate, caramelos, palito bombón helado…lo que fuera. Cualquier cosa con tal de verlo un minuto al día. El tenía su facha, es cierto. Pero cuando abría la boca para decir algo que no fuera “buen día”, la arruinaba. Estaba siempre de buen humor, lo que sumaba muchos puntos a favor, pero su buen humor se reflejaba en chistes bastante patéticos a los que, por educación, Teresita respondía con una sonrisa complaciente.

-“ ¿Como estas? Te puedo pedir un alfajor Terrabusi negro?”

- ¿Negro yo? ¿O el alfajor?. Así empezó la conversación ese día. Teresita respondió como siempre con una sonrisa y continuó el dialogo: -“El alfajor; y dame también una Coca Zero y un paquete de Jockey Suave cortos por favor.”

-“ ¿Fumas?” Preguntó él sorprendido mientras buscaba los cigarrillos. –“No, no, son para mi papá”. Teresita se ponía nerviosa cuando la conversación se desviaba del objetivo y se volcaba a lo personal. Eso pasaba bastante seguido, él intentaba recabar información como fuera posible. Ella solo iba deleitarse con su belleza, nada mas; no quería dar mas información de la necesaria, aunque volvía a mirarlo a los ojos y olvidaba cual era la estrategia.

Sacó un billete de cien del bolsillo y volviendo a sus asuntos se lo entregó casi temblando. Él aprovechó para rozar su mano y los dos sintieron el escalofrío. –“ ¿Tenés cambio?” preguntó Teresita. -“No, no. Yo soy no retornable. Una vez que me elegiste no tengo cambio ni devolución”.

Teresita agarró su vuelto, saludó con un “hasta luego” y cuando estaba por cruzar la puerta se giró ante un chistido: -“Teresita me dijiste tu nombre, ¿no?. Salgo en una hora, ¿no queres que vayamos a tomar otra Coca Zero por ahí?”. La propuesta la agarró desprevenida y con las defensas bajas. Sin saber mucho porqué, yendo contra su instinto que le advertía una inminente desilusión, una hora después estaba de nuevo en la puerta del quiosco.

Fueron a un barcito que quedaba en la misma cuadra. No era el bar ideal para primera cita, pero estaba cerca y abierto, lo que ya era suficiente para un martes a las dos de la mañana. Después de mirar la carta él le hizo el pedido al mozo: una Coca Zero y una cerveza de litro. El caballero le sirvió a él la cerveza y le dejó la coca a Teresita. Ella esperó a que se alejara y cambió los vasos de lugar. Necesitaba algo que la desinhiba. Odiaba ese pre concepto de “cerveza para los hombres, gaseosa para las mujeres”.

La situación era irremontable, tal como lo había supuesto. Por mucha voluntad que le pusiera a la charla, no tenían nada en común, y sonreír forzosamente frente a sus chistes poco espontáneos se estaba volviendo doloroso. Nunca una cerveza de litro duró tanto. El único consuelo de Teresita estaba en mirarlo. Apuró el último vaso para terminar con el martirio.

“ ¿Te pido otra rubia?... ¿Rubia?” Le dijo agarrándole la mano. “No, mil gracias, pero ya es tarde y mañana trabajo temprano. Mejor vamos.”

La acompañó hasta su casa que por suerte quedaba a pocos pasos. Él se veía satisfecho con la salida y parecía no notar que Teresita bostezaba tres o cuatro veces por minuto. Ella solo pensaba en dormir y él seguía hablando quien sabe de qué, cada vez mas cerca de su boca.

El final de estas citas suele ser predecible: ese ridículo sentimiento de culpa…ese pensamiento endemoniado que invade de pronto la conciencia y te susurra al oído: “juntó el valor para invitarte a salir, la remó toda la noche, te acompaña hasta tu casa… ¿y no le vas a dar ni un beso?”

“Quizás un beso puede mas que mil palabras”- Pensó Teresita en su mundo de ilusa romanticona. Dejó que se acerque del todo y ya no sintió la electricidad que había recorrido su cuerpo cuando esa tarde habían rozado sus manos. Ese beso fue mas bien una descarga eléctrica, una patada inesperada. Mas que un beso, un concurso de muecas. El movía su lengua compitiendo contra el Koh i noor: vuelta, vuelta, vuelta, arriba, abajo, vuelta…parecía que quería centrifugarle la boca. Teresita no reaccionaba. Empezó acariciándole el pelo, pero la misma descarga eléctrica tomó el control sobre sus manos y las caricias se convirtieron pequeños tironcitos. Alguien debe haberle dicho que los tirones de pelo son excitantes, ella no pensaba lo mismo. El tironeaba y ella se inclinaba hacia atrás para amortiguar el impacto, absorta por el tornado. Entre las mil revoluciones por minuto en su boca y la cerveza que se batía en el cerebro con los sacudones de cabeza, Teresita no salía de su hipnosis.

“Esto no puede ser real”- pensaba, pero si lo era. Volvió en sí cuando escuchó la voz de un hombre que gritaba desde un auto “ ¡Largala que no es chupete maestro!”

Se zafó de sus brazos, dio un paso hacia atrás y cuando iba a decir algo él le ganó de mano. “Que lindo beso Teresita. Sos muy especial, esta noche voy a soñar con vos. Que descanses”.

¿Qué decir?...

Llegó a su departamento a lavarse los dientes. Hidrató su boca y no volvió a pasar jamás por el quiosco. En los meses siguientes perdió 5 kg.: un poco por la abstinencia de golosinas, otro poco por la caminata de más que significaba dar la vuelta manzana para evitarlo.

Teresita Tucita - Capitulo 15

Cualquiera se enamora en unas vacaciones en Brasil, a orillas del mar, todos quemaditos, relajados…. Por algo el famoso amor de verano, la situación está dada, todos bien predispuestos. Teresita no pudo esperar a llegar a la playa.

Salieron de Retiro, eran tres amigas y muchas horas de viaje en Bondi hasta Florianópolis. Cuando las vacaciones son gasoleras, 24 horas de viaje no son nada. Una mochila con poca ropa, i pod y cartas para matar el tiempo y un buen marcador para repasarse la raya después de cruzar la frontera.

Las primeras dos horas fueron entretenidas. Entre las ansias del viaje y la charla de rutina, pasaron volando. Mientras afuera se veía caer la noche, las luces del ómnibus se apagaron de repente y Teresita se preparó para dormir.

“¿Me acompañas a fumar un pucho adelante?”. Su viciosa amiga.

“Vamos”- Respondió Teresita que pensaba aprovechar la caminata para estirar un poco las piernas.

Se instalaron en la cabina del chofer y a cambio del espacio para fumar le ofrecieron cebarle unos mates. Su compañero aprovechaba la hora del descanso, así que uno de los asientos quedaba libre, y a decir verdad, era un asiento bastante más cómodo que los de pasajeros.

Se acabó el cigarrillo, pero la charla estaba amena, el mate todavía calentito y Teresita demasiado cómoda. Su amiga volvió atrás a dormir, pero ella se quedó charlando con el Chófer.

Wow! Un hombre lleno de proyectos, con muchos planes a futuro. Así como manejaba de bien el colectivo parecía manejar su vida. En cada curva Teresita aprovechaba para acercarse un poco más a su lado y se incorporaba de nuevo para servir el próximo trago. Por el parabrisas gigante se veía un cielo despejado y lleno de estrellas y no existía nada de lo que no fuera iluminado por los ojos del colectivo: por sus ojos.

Seguían pasando las horas y la conversación era cada vez más interesante. Por cuestiones de incomodidad en la evacuación debieron suspender el mate, pero ya no necesitaban excusa, Teresita no tenia ninguna intención de volver a su asiento. Su amiga volvió cuatro o cinco veces a seguir fumando, pero terminaba el cigarrillo y notaba la tensión en el aire, por lo que volvia a su asiento antes de que se queme la colilla.

Ella lo miraba constantemente; el no movía la vista del camino, pero sus manos se encontraban en la palanca de cambios. Leían juntos los carteles de la autopista y Teresita ya casi se sentía que estaba llevando a esa gente a destino. El viaje de 24 horas pasó en un abrir y cerrar de ojos, y cuando Teresita quiso darse cuenta, ya estaba en la tierra de la caipiriña y la capoeira.

Él le alcanzó la valija del depósito como a cualquier pasajero y se despidieron con una mirada cómplice pero no más que eso.

Teresita pasó 16 días increíbles en las playas brasileras, rodeada de torsos esbeltos y coloridos, de sungas brillantes y abultadas; pero pensando en el Chófer.

Cuando llegó a la estación de Florianópolis el día 17, casi desperdicia una lagrima al ver los cuatro colectivos de la empresa formados en línea uno al lado del otro. Tantos recuerdos…ese parabrisas que reflejaba la noche, era como una gran pantalla de cine contando la historia de amor que no había sido.

No sabía en cuál de los 4 colectivos tenía que subir, pero quería terminar con esa escena en cuanto antes. Cuando finalmente anunciaron el móvil que salía a Buenos Aires, Teresita tuvo la sorpresa más grata de todo el viaje: ahí estaba él, cargando las valijas…el mismísimo Rubén Pretzel, el mismísimo que le había acariciado la mano, palanca de cambios de por medio. Él también la reconoció en seguida y sonrío al verla.

El viaje de vuelta hacía escala en Misiones. Y de Florianópolis a Misiones no son más que 3 o 4 litros de agua caliente y unas 5 o 6 cambiadas de yerba ( de mas esta decir que siempre tuvieron agua caliente, yerba y bombilla por lo que la escena no paso a mayores).

Rubén Pretzel era de esa provincia, y ahí se quedaba, el tramo a Buenos Aires lo hacia otro conductor. Fue una despedida breve pero intensa. La escala duraba 15 minutos y el entorno no daba para beso final. Él le pidió el teléfono para contactarla en sus viajes a Buenos Aires, pero ella fingió ser una persona racional y se negó a dárselo.

Le regaló el pinito con olor a limón que colgaba del espejo retrovisor. Ella lo ató a su mochila como amuleto, patió las ruedas como él le había enseñado y decidió que tenían aire suficiente como para seguir hasta Baires. Prometió mandarle de regalo una bola de espejitos para colgar en lugar del pino y volvió a subir al bus, con el corazón roto, pero un fresco aroma a limón de gomería que refrescaría su tristeza en los próximos días

lunes, 23 de mayo de 2011

Teresita Tucita- Capitulo 14

Otro día deprimida en su casa. Otro día de analizar a cada minuto porque no fue, porque salió mal, porque nadie la quiere. Esos días deprimentes suelen estar seguidos de una noche igual o más triste aun. Sabemos que la oscuridad y el silencio de la noche atraen a la melancolía, y Teresita siempre supo cómo acompañar a la melancolía. Por suerte siempre existe una amiga fiel, de esas que arrastrándote de los pelos logran sacarte del a cama.

“Vamos Teresita, hay que salir a divertirse. Ya va a llegar, vos no te preocupes, pero si te quedas encerrada en tu casa no va a venir a tocarte la puerta”.

Con cara de un día entero de llanto y más maquillaje que ganas partió rumbo al boliche.

Bajaron del taxi y la fila era de una cuadra entera. Fue el primer intento de Teresita de salir corriendo, subirse al mismo taxi que las había llevado y volver a su casa a seguir llorando. No logró escaparse. Hizo la fila como el resto de la gente y para pasar el tiempo se dedicó a “examinar” los especímenes que la rodeaban.

“Acá no compito”- pensó. “Mira esos tacos, yo no se cómo se mantiene en pie. Seguro que llega a su casa a poner las patitas en un balde con agua con sal; seguro. No hay quien soporte esos zancos, y menos para bailar, estas minas están locas. Uy! Ni hablar de la pollerita…con este frio! Y me vas a decir que esas medias abrigan? Si tienen más agujeros que otra cosa. Muy sexys, muy sexys pero están sufriendo, se les ve en la cara, y sufrir no es sexy. Además, que poco compañeras…obvio que yo como estoy no me levanto ni a la mañana. De hecho no se qué hago acá, si tengo más ganas de meterme en la cama calentita que otra cosa…Si, creo que me voy…” Fue el segundo intento de Teresita de escapar: también frustrado. Justo en ese momento el hombre de seguridad la hizo pasar y cuando quiso darse cuenta ya estaba adentro.

Lo vió apenas entró, y el corazón le latió al ritmo del punchi punchi casi tan fuerte como la música. Lo vió y sin saberlo volvió a sonreír, pero antes de que pudiera reaccionar él se había perdido de vista.

Teresita se compró un trago. Ya no sabía si era para ahogar las penas, pasar el frio o simplemente por el gusto de tomar un trago. El caso es que al no poder descifrarlo, decidió tomar uno por cada causa. En el primero hizo flotar sus desagracias, para el segundo había entrado en calor, y se dedicó a disfrutar el tercero sin moverse de la barra. Su amiga se había perdido en la pista y cuando quiso salir a buscarla sintió que los tres tragos juntos subían en un tour organizo al cerebro. Dejó sus penas junto con la propina y haciendo eses caminó hasta el centro de la pista y comenzó a bailar sola. Fue en uno de sus giros que volvió a verlo. La sorpresa la puso en alerta nuevamente. Él era alto, muy alto, sobresalía del resto de la gente. No bailaba, pero movía su cabeza al ritmo de la música y miraba las medias agujereadas y las polleras cortas de todas, todas menos una.

“Claro..si parezco una monja, nunca me va a mirar, ni se va a dar cuenta de que existo. Tengo que llamar su atención de alguna manera”. Teresita todavía no encontraba a su amiga, y por mucha actitud que le ponía a la noche, se encontraba sola y algo mareada entre una muchedumbre de gente que le pasaban por al lado y cuando no, la llevaban por delante.

“Ya estoy acá, me banqué hasta ahora, no voy a dar la noche por perdida, ese alto me va a mirar…”. Teresita pensó alternativas y se decidió por la más práctica. Sin pensarlo dos veces se trepó al parlante que estaba justo al lado del grandote y continuó bailando con más actitud que nunca, procurando ser lo más sexy que jamás hubiera sido. Si no competía por la pollera y los tacos, iba a competir por los movimientos. Meneaba sin parar y lo miraba fijo, hasta que logró captar su actitud. Cruzaron miradas y alguna sonrisa. Satisfecha con su logro Teresita siguió bailando entusiasmada sin sacarle los ojos de encima. Tan entusiasmada y tan concentrada en mirarlo a cada instante, que olvidó que no estaba bailando en tierra firme. “Menea para aquí, menea para allí…” El allí fue un paso en el aire.

Cuando volvió a abrir los ojos ya no se escuchaba música, pero había encontrado a su amiga. Recuperó la conciencia en la ambulancia después de darse la cabeza contra el piso desde un parlante de metro y medio de altura. Había cumplido su objetivo: seguro que el alto la miró más que a nadie ninguna mientras volaba en caída libre al ritmo del punchi punchi.

.

viernes, 13 de mayo de 2011

Teresita Tucita- Capitulo 13

Wow. Que noche.
Amaneció sonriente y relajada. Se desperezó sin vergüenza y se incorporó en la cama para verlo cambiarse. Él anudaba su corbata con esmero frente al espejo. Recién bañado y con olor a perfume se lo veía aún más lindo que la noche anterior. Lástima que tuviera que irse a la oficina, con lo bien que lo hubieran pasado unas cuantas horas más en la cama.
“Levantate tranquila, te deje algunas cosas para desayunar en la cocina y el portero esta abajo. Cuando te quieras ir, él te abre, si?”. Le dio un último beso apasionado y se fue dejando las puertas abiertas para la próxima.
Ella se desperezó unas cuantas veces más, con toda la calma del mundo. Rodó por la cama matrimonial de una punta a la otra disfrutando del momento, y finalmente se decidió a levantarse. Se puso la remera que le había sacado a él la noche anterior y tapando a medias su desnudez fue a hurgar en la cocina para preparase el desayuno.
Un poco de café y unas galletitas algo húmedas... no estaba mal. Se tomó dos tazas enormes de café con leche para terminar de deshacerse de la resaca y volvió a la cama un ratito. Un retorcijón en el estómago la agarró desprevenida. Al parecer el café estaba un poco fuerte. El retorcijón se hizo mas fuerte, y más y más…hasta que la situación se volvió insostenible.
Teresita saltó de la cama ya sin ningún relajo y se dispuso a cambiarse lo más rápido posible para ir al baño de su casa, o al de Carlitos…a cualquier baño menos a ese. Lamentablemente no hizo a tiempo. Mientras se ataba los cordones de la zapatilla en cuclillas las ganas s hicieron insostenibles y no tuvo más remedio que usar las instalaciones de la casa.
No fue tan grave. El problema llego cuando la mecánica hidráulica no quiso cumplir con su deber, y al tirar la cadena las leyes de la física se revelaron. EL agua subia, subia, subia y subia, pero no parecía tener intenciones de bajar, desbordaba con sutileza por el cráter del inodoro y cuando muy lentamente se filtraba nuevamente por la cañería, la potencia era tan débil que todo lo que alguna vez habia flotado ahí, pues ahí seguía flotando.
Teresita empezó a desesperarse. Evidentemente no podía volver a tirar la cadena, porque ya había quedado demostrado que el aparato no funcionaba. Buscó un trapo para secar el piso mientras en su cabeza se desarrollaba un brainstorming con objetivo principal “como deshacerse del paquete”.
El baño quedo impecable, pero el problema no estaba resuelto. “Ya fue, lo meto en una bolsita”. pensó. “Vino conmigo, se va conmigo. Si somos yo y mi alma, nadie tiene por que enterarse. Lo meto en la bolsita, a la cartera, y al baño de Carlitos”.
De un cajón de la cocina sacó una bolsa de supermercado y todavía incrédula de lo que estaba haciendo, lo metió adentro. Se animó a apretar hasta la mitad el botón de la cadena y un hilito de agua corrió arrastrando los papeles de la evidencia. La escena del crimen quedó despejada. Sin rastros, como si toda una profesional se hubiera encargado del encubrimiento.
Hizo la cama, volvió a la cocina, lavó las cosas del desayuno y dejó todo en perfectas condiciones. El estómago se le seguía retorciendo, empeorado por los nervios de lo que había sucedido. Quizo apurarse en partir para evitar nuevos accidentes, guardó todas sus cosas y cuando estaba a punto de abrir la puerta se le ocurrió escribirle un mensajito.
Del anotador de la heladera arrancó una hoja en blanco y con lápiz negro escribió: “Lo pasé muy lindo anoche, espero que volvamos a vernos”. La dejó sobre la mesa de la cocina y cerró la puerta del departamento tras de sí; el golpe retumbó en todo el edificio.
Saludó amablemente al portero y una vez en la vereda empalideció de golpe cuando una imagen clara, concreta y real se cruzó por su mente: La mesa de la cocina limpia por completo con una hermosa nota de amor, y una bolsa de supermercado mal oliente!
Ya no pensó, actuó por reflejo. Paró un taxi y fue la última vez que estuvo parada en esa cuadra; y en el radio de 10 cuadras a la redonda.

miércoles, 11 de mayo de 2011

TEresita Tucita- Capitulo 12

Lo sacó de internet. Esos contactos que no se sabe de donde salieron ni porque están en la lista de amigos. Esas personas que nos regala la cybernautica, que no siempre resultan un regalo agradable, pero que según Teresita “por algo llegaron a nosotros y entonces hay que darles una oportunidad”. Al fin y al cabo nunca se sabe en donde puede estar el amor de tu vida, antes se decía que quizás a la vuelta de la esquina, ahora puede ser a un click de distancia…la modernidad liquida.
Estaba ahí latente hace tiempo, pero nunca cruzaban mas que un par de palabras. La cita surgió en una noche de invierno en la que los corazones solitarios se debilitaron por el frio. “¿Nos vemos entonces?”-
-“Dale, pasame a buscar y vamos a tomar algo”- contestó Teresita mientras pensaba “total, una mancha mas al tigre…”
Se vieron el viernes siguiente. Sin preámbulos. De tanto charlar era como si ya se conocieran, lo que redujo el nivel de nervios habitual en Teresita antes de sus encuentros. Sonó el timbre y ella salió a su encuentro de punta en blanco, como siempre. Subió al auto sin pensarlo, lo saludó con un beso en el cachete y se abrochó el cinturón. “No es que te tenga miedo eh…solo para que no nos hagan la multa”.
El puso primera y en pocos minutos estuvieron sentados en un bar, charlando como grandes amigos con un par de cervezas de por medio. Era temprano, como mucho las 10 de la noche, la conversación estaba entretenida y el mozo se encargaba de que la cerveza no falte. “¿Comiste?” preguntó él después de la cuarta cerveza. “No, no, pero no tengo hambre”. (Típica respuesta femenina. ¿Porque será que las mujeres tienden a hacerse las anoréxicas frente a los hombres, aún cuando su físico, no siempre privilegiado, demuestre que esa tendencia no es real?). Teresita estaba aprendiendo. Después de reiterados percances con comida entre los dientes, prefería no arriesgarse. “Yo no cené”- dijo él- “Pero no vale que me dejes comiendo solo”. Ella no cambió de opinión y él se guardó el hambre en el bolsillo. Pidió otra cerveza y siguieron charlando como si nada.
La noche avanzaba, la conversación sorprendentemente seguía siendo dinámica e interesante, y Teresita empezaba a creer que Internet era mágico. “Por algo lo pusieron en mi camino, somos el uno para el otro” pensaba mientras trataba de concentrarse en lo que él contaba, y el alcohol la hacia delirar por su propia nebulosa. Solo volvió en sí cuando escuchó la voz del muchacho que con un tono sensual dijo “ ¿La seguimos en casa?”.
No hubo beso, ni intento, ni nada. Pero la noche se veía prometedora. “Vamos”- dijo ella. Él pagó la cuenta y salieron de la mano.
Subieron al auto y Teresita se abrochó el cinturón. Esta vez no era por la multa. Evitaron los controles e alcoholemia y llegaron, gracias a Dios ( y realmente fue gracias a Dios), a la casa del susodicho. Estacionó en la puerta como pudo, y una vez apagado el motor, miró a Teresita a los ojos y dijo “Perdón”.
-“¿Eh?” Contestó Teresita. “¿Perdón por que?”. Pero él no llegó a responderle; abrió la puerta del auto, asomó la cabeza como si fuera a tirarse debajo de éste, y el sonido y el desagradable y el aroma a cerveza rumiada dieron a Teresita la respuesta que buscaba.
La noche finalmente se ponía negra. Con el estómago vacio bajó del auto, y Teresita se lamentaba mientras él intentaba embocar la llave en la cerradura.
Cualquier dejo de erotismo que hubiera habido en el pasado quedó de lado. Lo acompañó hasta su cuarto y trastabillando logró meterlo en la cama. Si alguna vez se había imaginado jugando a la enfermera con un hombre, la escena había sido bastante diferente. En un rapto de querer compensar, él intentó acercarse a su boca. Ella saltó de la cama, la combinación de etílico y vomito resultaba lo suficientemente desagradable como para negarle un beso al mismísimo Brad Pitt. “Nos vemos otro día, dale?”. Pero él no contestó; dormía como un nene hecho un bollo en el rincón de la cama.
Agarró las llaves de la mesa de la cocina, bajó los 7 pisos en el ascensor, abrió la puerta y la trabó con una de sus botas. Subió con el corazón en la boca rezando que a ningún inoportuno se le ocurriera llevarse el zapato de cenicienta; dejó nuevamente las llaves en la mesa, cerró la puerta del departamento y bajó otra vez los 7 pisos, esta vez rogando que nadie hubiera cerrado la puerta.
Usó su cuota de suerte en ese minuto. Se puso la bota izquierda, dejó que la puerta se cierre tras de si, y se sintió huir como una ladrona a la que esta vez le habían robado de entre las manos, la noche perfecta.

lunes, 9 de mayo de 2011

08-05-2011

Porque la noche no logra acercarte,

ni el dia borrar tu recuerdo.

Porque no pienso perder la esperanza.

Porque aun creo en tu palabra,

aunque no llegues junto al invierno.

Porque el abrazo del pasado ya no alcanza.

Te espero sin esperarte,

te acompaño en la distancia

te uso para mi poesia.

Y en ese afan de inventarte

entre el sueño y la ignorancia,

tu espalda vuelve a ser mia.

Porque no estas, aunque quisiera

y alimentar el amor me lastima.

Por mi: debo alejarme.

Me buscarás en el camino

si tu corazon se anima.

El sabe donde encontrarme.

lunes, 2 de mayo de 2011

2-05-2011

Escúchame.
Al menos un momento.
De todos modos no alcanzaría una vida
para poner en palabras lo que siento.

A veces me fallan las formas,
No lo se manejar,
Lo lamento.
Y el exceso de querer
se traduce en tormento:
Debes saber que cuando digo que te amo
No miento.

Suelen ser los sentimientos traicioneros
No es tan fácil dejarlo fluir,
Cuando te extraño en cada latir
Cuando la ausencia alimenta a los celos.

Escúchame.
Y no intentes comprenderme.
Somos de otro planeta
Yo pienso en naranja, tu en verde.

Pero al levantar la mirada
Vemos las mismas estrellas:
Y no importa de donde vengamos
Si me tomas de la mano
Podemos volar hasta ellas.
Escúchame.
Y no dejes de mirarme a los ojos.
Sobraran las palabras que no diga
Cuando disfrute en tus brazos
Del calor que hoy no me abriga,

Y habrá valido la espera
Si puedo volver a besarte
Así tenga que dejar mi Venus
E ir a buscarte a tu Marte.