Tu cuerpo adormecido recorro con mis manos
Caminan suave, apenas si te tocan,
El olor de la noche aun flota en el aire
Y sobran todavía besos en mi boca.
Me enamoro del instante
en que tu pasión ya saciada
se entrega por completo a mis caricias.
En que tu hombro se vuelve mi almohada,
Y tu abrazo se torna mi abrigo,
busco refugio en tu cuello,
veo el destello en tu mirada.
Aquí y ahora fugaces
Ya no eres lo que eras
No hacías lo que haces.
Muere el sueño en la mañana
siempre el mismo desenlace,
la indiferencia se mete en tus huesos
el hechizo se deshace…
Me despido de tu cama
te robo los últimos besos
hasta que vuelva el deseo cobarde
disfrazado de alcohol y de excesos.
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¿Qué tenes ganas de leer?
domingo, 19 de septiembre de 2010
Visiones
Llegamos a la catarata entrada la noche. Entre codazos conseguimos un lugar privilegiado delante de la multitud que admiraba el espectáculo. El agua caía furiosa en una cortina perfecta con matices marrones y blancos esponjosos. Corría incesantemente, cuando de un momento a otro, desafiando las leyes de la naturaleza y desacreditando a Newton y sus teorías, se levantó hacia el cielo una ola inmensa, como volviendo a despegar en mitad de la caída. El agua se reveló por un instante, formó figuras extrañas y jugó con su cuerpo ante nuestras miradas absortas. Bailó en el aire alzándose rumbo al nirvana y exhausta volvió a su rutina, cayendo rendida en un oasis estanco.
Sin salir del asombro, seguimos contemplando su belleza. La paz y la calma llenaban nuestro espíritu pese a lo extraordinario de los hechos. Del barullo de la muchedumbre había nacido un implacable silencio. De lo alto surgió un ave que hasta entonces desconocía. De colores fluorescentes brillaba reflejando la luz de la luna y planeaba en descenso exhibiendo sus alas abiertas como el Cristo crucificado. Cuando estuvo a punto de tocar el estanque de agua, su plumaje se desprendió como un vestido de fiesta y cayó suavemente hasta flotar por un segundo en la calma del espejo de la luna. El cuerpo del ave siguió su rumbo en dirección opuesta, ya sin brillo, oscuro se perdía en el fondo de la noche.
El plumaje rebotó sobre el agua para volver a encontrarse con su dueño, y como si nada hubiera sucedido, se fundieron nuevamente para retomar el vuelo. Mas luminosos que nunca, se elevaron haciendo trompos hasta volverse en el cielo la estrella más brillante.
Sin salir del asombro, seguimos contemplando su belleza. La paz y la calma llenaban nuestro espíritu pese a lo extraordinario de los hechos. Del barullo de la muchedumbre había nacido un implacable silencio. De lo alto surgió un ave que hasta entonces desconocía. De colores fluorescentes brillaba reflejando la luz de la luna y planeaba en descenso exhibiendo sus alas abiertas como el Cristo crucificado. Cuando estuvo a punto de tocar el estanque de agua, su plumaje se desprendió como un vestido de fiesta y cayó suavemente hasta flotar por un segundo en la calma del espejo de la luna. El cuerpo del ave siguió su rumbo en dirección opuesta, ya sin brillo, oscuro se perdía en el fondo de la noche.
El plumaje rebotó sobre el agua para volver a encontrarse con su dueño, y como si nada hubiera sucedido, se fundieron nuevamente para retomar el vuelo. Mas luminosos que nunca, se elevaron haciendo trompos hasta volverse en el cielo la estrella más brillante.
domingo, 12 de septiembre de 2010
12-09-10
Estas ahí. Aquí estoy.
Desafiando a la noche y al desvelo:
sentimos lo mismo.
Entrelazamos las manos contando los minutos,
ya falta menos para el alba; quizás mañana…
El frio de las sábanas congela a Soledad
y le alarga la vida.
Esa señora inmortal, con la maldita habilidad
de estar ahí y aquí al mismo tiempo.
Te miro en recuerdos.
Te traigo a mi cama con guantes de seda
Y ni siquiera sospechas del secuestro.
Sigues ahí, y yo aquí...
El sol de la mañana no trae novedades
y mis manos abrazadas entre si
dejaron escapar tu fantasma.
Seguirás persiguiendo princesas en la noche
Seguiré andando en puntas de pie
Las huellas de tu pasado.
Caprichos de la vida,
destinos separados.
Sentimos lo mismo:
sufrimos a solas en rincones alejados.
Desafiando a la noche y al desvelo:
sentimos lo mismo.
Entrelazamos las manos contando los minutos,
ya falta menos para el alba; quizás mañana…
El frio de las sábanas congela a Soledad
y le alarga la vida.
Esa señora inmortal, con la maldita habilidad
de estar ahí y aquí al mismo tiempo.
Te miro en recuerdos.
Te traigo a mi cama con guantes de seda
Y ni siquiera sospechas del secuestro.
Sigues ahí, y yo aquí...
El sol de la mañana no trae novedades
y mis manos abrazadas entre si
dejaron escapar tu fantasma.
Seguirás persiguiendo princesas en la noche
Seguiré andando en puntas de pie
Las huellas de tu pasado.
Caprichos de la vida,
destinos separados.
Sentimos lo mismo:
sufrimos a solas en rincones alejados.
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