lunes, 24 de enero de 2011

Ayer Nomas...

No hace mucho, con la cabeza llena de rulos, vagaba por su propio planeta en una atmosfera infanto- alusinogena que daba a todo el olor y el sentido que ella quería. Los grandes eran grandes, cuando no “viejos” (entraban en esa categoría ni bien pasados los 30). La realidad se adaptaba siempre a sus deseos, con su medio metro de altura un cuarto de helado parecía un balde, la tele de 30 pulgadas una pantalla de cine y una vieja valija o cualquier recoveco bajo los muebles podía oficiar de cama sin problemas. Me comentaba a menudo sus preocupaciones: por qué había que bañarse todos los días? Por qué levantarse para ir al jardín si era de noche? Por que había días llenos de sol y días de lluvia? Por que…? Miles de por qué. Y para todos yo tenia una respuesta, pero ella me miraba dudosa como si la explicación no hubiera tenido sentido, o mas bien, como si hubiera preferido que la explicación no tuviese sentido.
En uno de sus cumpleaños los rulos desaparecieron. Estoy seguro que se escondían detrás de la larga melena peinada en dos trenzas. El caso es que con los rulos se fue también parte de la magia, y ese día volvió del colegio sonriente, desplegó sus cuadernos sobre la mesa e intentado devolverme todas las explicaciones que alguna vez le había dado, me contó con detalle el ciclo del agua, y el porqué había días de sol y días lluviosos; las cosas comenzaban a tener sentido.
Los tacos de mama eran cada vez más acordes a su tamaño, alcanzó en seguida la altura de la abuela y en donde alguna vez hubo rulos y trenzas, una melena sedosa y provocativa caía con gracia por delante de sus hombros. Sus ojos verdes seguían intactos, pero la mirada ya no era la misma. Se reía de mis consejos, ganaba experiencia, en fin…crecía.
Ya no me contaba sus preocupaciones, pero seguro no incluían ni la ducha ni la lluvia. Lo que había ganado en estatura lo iba perdiendo en inocencia, y el conocimiento que mató a la ignorancia, mató también la fantasía. El mundo ya no conspiraba a su favor, la realidad era realidad, y no había como escaparle. Festejaba los triunfos con orgullo, y maldecía las derrotas sin encontrarles explicación ni sentido.
La perdí de una vez en el mundo de los “viejos” entre el andén de los sueños abandonados y el tren expreso de la rutina. Allí quedaron su curiosidad, su capacidad de asombro, su rebeldía…la gorda de rulos llena de fuerza y empuje, que con su llegada, le devolvió el niño a mi vida.

Y tardó, pero el tiempo es sabio. Siglos después pude encontrarla de nuevo…
La vi filtrarse por su sonrisa de madre y escapar por sus ojos verdes. Pequeña y redonda como siempre, la vi saltar del corazón y resbalar por su pelo. Me apuré a guiñarle un ojo y acariciar sus rulos, por miedo que escape de nuevo, pero al verla comprendí que un niño, es capaz de revivir a otro niño, y con alivio y entusiasmo seguí jugando a los lego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario