viernes, 18 de febrero de 2011

Terecita Tucita - Capitulo 4

Nada podía salir mal. Finalmente una cita de verdad, nada de encuentros casuales, ni llamadas a la madrugada, ni esas cosas raras que últimamente hace la juventud y a las que Teresita estaba tan acostumbrada. Una cita, con todas las letras, planificada y agendada. Una cita producto de la presentación casi virtual que un amigo le había hecho de otro amigo. Podríamos decir una cita a ciegas, con todo el nervio y la adrenalina que eso significa.
Todo parecía encarrilado. Habían pactado por teléfono el lugar y horario de encuentro, tenia cuentos suficientes sobre el candidato como para saber que no iba a ser un fraude, y fotos que corroboraban que, al menos físicamente, estaba bastante bien! Así que ahí fue, cantando bajito por la vereda de la sombra (aunque fuera de noche) y disfrutando de una salida que, antes de empezar, para ella ya había sido un éxito.
La esquina que eligieron para el encuentro resultó ser la mas transitada de Buenos Aires, y al cabo de quince minutos filtrando caras e intentando reconocer al personaje de las fotos, Teresita empezó a impacientarse. “Cinco minutos se los perdono, pero media hora parada en la esquina en la mini de jean y pintada como una puerta, me parece que da que pensar. Si no viene en cinco me voy, y que se busque otro giro del facebook. Que se cree? Que estoy desesperada? Que una no tiene otros hombres con quien salir que lo voy a estar esperando toda la noche parada en la esquina cual poste de luz?”

Hablando de luces se cruzó con sus ojos. Wow, el facebook no mentía, los faroles verdes eran reales e hicieron que a Teresita se le pase el enojo apenas lo vio.
Él era una mezcla de pibe de barrio y galán de telenovela. Apenas si medía diez centímetros más que ella, su espalda como una pirámide invertida incitaba a ser abrazada y Teresita enseguida se imaginó durmiendo en su regazo.
Ya sin enojos fueron a comer. El tenía todo planeado, tal como a ella le gustaba. No preguntó sugerencias, no dio vueltas dos horas con el auto…no. Apenas arrancaron encaró rumbo al restaurante elegido, donde se encontraron con una mesa reservada para dos a las 22.30. Causalmente a esa hora llegaron al restaurante, por lo que Teresita sospechó que también la llegada tarde estaba planeada pero volvió a reparar en su espalda y no le importó.
Los ubicaron en una mesa apartada del resto, él eligió un Malbec reserva y entre charla y charla la botella llegó a su fin antes de que llegara siquiera el plato principal. Teresita sentía una conexión especial. Ella no podía evitar su mirada y sentía como él no sacaba los ojos de su sonrisa. La charla era interesante, la noche estaba increíble y el vino liberaba los cuerpos. Mientras ella se encargaba de seducirlo, peinaba entre los dedos su largo pelo y seguía sonriendo buscando deslumbrarlo.
Después de que retiraron el plato principal, le pareció un buen momento. Aprovechando el movimiento, Teresita se levantó de la mesa y fue al baño a retocarse los cuatro kilos de pintura que le tapaban las ojeras. Su sorpresa fue cuando al mirarse al espejo descubrió que su deslumbrante sonrisa tenía ahora los dientes manchados de vino tinto y lo que antes era blanco Ala, era ahora un color carmín mas oscuro que el rouge que le había robado a la abuela. Ni hablar del minúsculo brote de quien sabe qué, esos que no tienen gusto a nada pero vienen siempre decorando el plato, pidas lo que pidas, y que uno trata de evitar y casi en venganza se empeñan en quedarse justo ahí, entre el canino y el de al lado.
Ruborizada frente a su persona que la miraba con terror del otro lado del vidrio, Teresita puso todo el empeño en remontar la situación. “Es cuestión de actitud”- pensaba. “Y yo que juraba que se derretía por mi sonrisa…claro, se estaba poniendo nervioso con el verde! Bueno, ya está, nada que una buena cepillada no pueda solucionar, ahora a remarla mas que nunca.”
Teresita volvió a la mesa con toda la naturalidad que pudo, y la cena terminó como si nada hubiera sucedido. Él la tomó de la mano y salieron del restaurante cual eternos enamorados.
Otra vez tenía todo planeado y ella no quiso preguntar mucho. Se dejó llevar hasta llegar a la cama.
“Bueno”- pensó “Si pese a la borrachera y a los verdes llegamos hasta acá, es porque mis técnicas de seducción finalmente dieron resultado. Y es que cuando uno se mueve con soltura, las cosas se van dando, y yo en esto la tengo clara… Ahora me falta mostrarle lo mejor…”
Teresita se sentía mas que nunca una triunfadora, todo estaba saliendo mejor de lo esperado. Con la luz apagada por completo, poco a poco se fueron sacando la ropa. Las caricias se volvían cada vez más excitantes, su torso quedó al descubierto y ella lo recorrió con sus manos. Recordó en un segundo todo lo que había imaginado cuando unas horas atrás lo había visto llegar a aquella esquina. Desatando toda su energía sexual, quiso apoyar su cuerpo sobre el de él y por unos diez centímetros de diferencia, se abalanzó con pasión… hacia el piso.
El ruido fue alarmante. Rebotó contra la mesita de luz y terminó despatarrada. Con suerte llegó a despegar la mejilla del piso antes de que él prendiera la luz, y a cambiar la cara de dolor por cara de “acá no paso nada”.
Teresita concluyó su cita en el Fernández, con tres puntos en la ceja y a cara lavada. Mientras él juraba que había sido un accidente y el médico entre punto y punto daba ordenes a la enfermera de hacer la denuncia a la policía.
Lástima que el golpe la hacia ver nublado, la ultima vez que vió esa espaldota desnuda…

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