domingo, 17 de abril de 2011

Teresita Tucita Capitulo 8

Teresita se fue de vacaciones. Y si, le tocaba, después de un año entero de fracasos amorosos, más que vacaciones del trabajo, unas merecidas vacaciones del sexo opuesto.
Armó sus valijas y partió rumbo a México: playa, sol, un buen libro y mucha tranquilidad. Sola, por el momento: sola.
Llegó a Playa del Carmen y después de mucho caminar con la mochila a cuestas, encontró un hostel lindo, bonito y barato donde pasar la noche.
Una vez que tuvo cama propia, tiró al piso todos los bártulos y salió a dar una recorrida por el lugar. El sol se estaba poniendo pese a ser las 6 de la tarde, y la gente volvía de la playa dispuesta a guardarse por un rato para salir luego a buscar la fiesta. Teresita se dispuso a buscar un lugar en donde comer algo para volver a la cama temprano y recuperar todas esas horas de sueño perdidas en el vuelo.
Caminó por la avenida principal de una punta a la otra. No una, ni dos, ni tres…habrán sido unas 7 u 8 veces. Las 6 de la tarde le resultaban un poco temprano para cenar, había que hacer tiempo, y además no encontraba ningún lugar apropiado. A veces estar solo de vacaciones no es sencillo; no quería sentarse en un restaurante sola y mirar la pared mientras engullía como un animal, ni estar rodeada de puras parejas, ni sentirse acosada por puras miradas masculinas. Elegir el lugar resultaba más difícil de lo que había pensado.
Pasaba por decima vez aquella esquina, mientras pensaba que quizás, Cancún no fuera el lugar apropiado para ir solo de vacaciones: no parecía haber solitarios rondado en la noche. Finalmente se decidió por un bar que rebalsaba de gente, al mejor estilo yanquilandia, con un plasma de 42 pulgadas que la mantendría entretenida y una amplia barra donde ejercitar sus cuerdas vocales después de tantas horas de silencio. La multitud de gringos a los gritos la hacían sentirse acompañada.
Pidió un plato de chiles rellenos y se encargó de que el Barman le jurara por su vida que no eran picantes. Mientras el juraba sobre su tumba, ella se concentró en sus ojos oscuros (casi tan oscuros como su piel tostada por el sol….bueno si, quizás un poco mas tostada que lo aconsejado…). Y cada vez que el repetía la palabra “picante”, ella le agregaba un poco de condimento a los ratones del bartender mexicano.
No pasaron ni quince minutos, y Teresita tenía en frente un plato gigante de chiles rellenos y un desafío para la noche: conquistar al morocho.
Palabras van palabras vienen, sacó a relucir todos sus encantos. Se acariciaba el largo pelo mientras discutían sobre bebidas y elogiaba sus habilidades profesionales.
Cuando uno no conoce en absoluto a quien tiene enfrente, los temas de conversación abundan, así que entre trago y trago, mientras el iba y venia despachando Coronas y batiendo Margaritas, se tejió una conversación fluida. Teresita sonreía constantemente, fingiendo una timidez que no la caracteriza y mordía los chiles con la sensualidad de toda una vedette.
El no le quitaba los ojos de encima. De punta a punta de la barra sostenía su mirada y buscaba nuevos temas para seguir conversando en los próximos minutos libres. Sus miradas revelaban un interés en común; pese al cansancio del viaje, Teresita planeaba como sería la cita con su muchacho una vez que terminara el turno en el bar. Daban apenas las 11 de la noche, pero el sol se había escondido a las 6 y ya parecían las 5 de la mañana. “Y bueno, si esperé hasta acá, puedo esperar unas horas más, vale la pena si consigo mi desafío”- pensó.
Se levantó al baño y con movimientos sutiles recorrió todo el pasillo. Sabia que él la miraba fijo mientras se alejaba. Manejó el vaivén de sus caderas con destreza y lo mantuvo hipnotizado hasta que cruzó la puerta. Se sentía satisfecha. Parada frente al espejo se acomodó el escote y el cabello, y saludando a su autoestima sonrió, esta vez sin timidez, dejando ver hasta la última muela. El trozo de chile la saludó desde su reflejo. Justo ahí, entre el molar y el colmillo, rojo y brillante como para no pasar inadvertido.
“Ay no…quien sabe cuanto tiempo lleva ahí acomodado”. Blanqueó su sonrisa con un kit de primeros auxilios femeninos y volvió al ruedo.
Se trepó en la banqueta de la barra, pidió otra agua sin gas y se dispuso a concretar la salida.
Teresita le preguntó por la ubicación del hostal donde se hospedaba, pretendiendo estar todavía un tanto perdida. Para su sorpresa, él no llegó a abrir la boca cuando escuchó una voz que venia de muy cerca de su oído. Se giró para corroborar el origen: la causa de su desdicha.
Sentada a su lado un grandote medio pelado relataba entusiasmado la respuesta a su interrogante. Así empezó y no se detuvo por la próxima hora y media.
“…y apenas das vuelta la esquina allí lo encuentras. Ah! , soy George y tu? De donde vienes? A que te dedicas? Estas sola? Te gusta México? Es tu primera visita? Cuanto tiempo te quedas?” Y Bla bla bla bla. Una larga sarta de preguntas que Teresita respondía amablemente mientras buscaba la ocasión para girarse y seguir hablando con su objetivo.
Nunca hubo un segundo de silencio en que evadirlo. Todo un entendido en la materia, el cuarentón no dejaba espacios en blanco que pudieran dar lugar a la huida. Teresita comenzó a bostezar sin disimulo, mientras pretendía escuchar por no dejar de ser amable y pensaba como hacer para conquistar delante de un conquistador sin herir susceptibilidades. Con el correr de la noche su amabilidad se transformó en furia. Ella que tenia casi todo cocinado…una hora más y estaría caminando por la arena con el camarero. Como fue que de buenas a primeras se encontraba bostezando frente a un cuarentón vervorragico y sin poder evadirlo? Que clase de “conciencia moral” la había atrapado de pronto, que no le daba vuelta la cara y seguía con su rumbo?.
Sea lo que fuere ganó la batalla. Cuando ya no pudo soportar los bostezos Teresita pidió la cuenta y se despidió vencida.
No pudo evitar que el grandulón la acompañe hasta la puerta de casa; el bartender había invitado la mitad de sus tragos.
Primera noche: fracaso 1- Tucita 0

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