miércoles, 25 de mayo de 2011

Teresita tucita- Capitulo 16

Él trabajaba en un maxi quiosco a una cuadra de la casa donde Teresita vivía con sus padres. Cuando no pasaba a comprar cigarrillos, era una coca cola; cuando no, algún chocolate, caramelos, palito bombón helado…lo que fuera. Cualquier cosa con tal de verlo un minuto al día. El tenía su facha, es cierto. Pero cuando abría la boca para decir algo que no fuera “buen día”, la arruinaba. Estaba siempre de buen humor, lo que sumaba muchos puntos a favor, pero su buen humor se reflejaba en chistes bastante patéticos a los que, por educación, Teresita respondía con una sonrisa complaciente.

-“ ¿Como estas? Te puedo pedir un alfajor Terrabusi negro?”

- ¿Negro yo? ¿O el alfajor?. Así empezó la conversación ese día. Teresita respondió como siempre con una sonrisa y continuó el dialogo: -“El alfajor; y dame también una Coca Zero y un paquete de Jockey Suave cortos por favor.”

-“ ¿Fumas?” Preguntó él sorprendido mientras buscaba los cigarrillos. –“No, no, son para mi papá”. Teresita se ponía nerviosa cuando la conversación se desviaba del objetivo y se volcaba a lo personal. Eso pasaba bastante seguido, él intentaba recabar información como fuera posible. Ella solo iba deleitarse con su belleza, nada mas; no quería dar mas información de la necesaria, aunque volvía a mirarlo a los ojos y olvidaba cual era la estrategia.

Sacó un billete de cien del bolsillo y volviendo a sus asuntos se lo entregó casi temblando. Él aprovechó para rozar su mano y los dos sintieron el escalofrío. –“ ¿Tenés cambio?” preguntó Teresita. -“No, no. Yo soy no retornable. Una vez que me elegiste no tengo cambio ni devolución”.

Teresita agarró su vuelto, saludó con un “hasta luego” y cuando estaba por cruzar la puerta se giró ante un chistido: -“Teresita me dijiste tu nombre, ¿no?. Salgo en una hora, ¿no queres que vayamos a tomar otra Coca Zero por ahí?”. La propuesta la agarró desprevenida y con las defensas bajas. Sin saber mucho porqué, yendo contra su instinto que le advertía una inminente desilusión, una hora después estaba de nuevo en la puerta del quiosco.

Fueron a un barcito que quedaba en la misma cuadra. No era el bar ideal para primera cita, pero estaba cerca y abierto, lo que ya era suficiente para un martes a las dos de la mañana. Después de mirar la carta él le hizo el pedido al mozo: una Coca Zero y una cerveza de litro. El caballero le sirvió a él la cerveza y le dejó la coca a Teresita. Ella esperó a que se alejara y cambió los vasos de lugar. Necesitaba algo que la desinhiba. Odiaba ese pre concepto de “cerveza para los hombres, gaseosa para las mujeres”.

La situación era irremontable, tal como lo había supuesto. Por mucha voluntad que le pusiera a la charla, no tenían nada en común, y sonreír forzosamente frente a sus chistes poco espontáneos se estaba volviendo doloroso. Nunca una cerveza de litro duró tanto. El único consuelo de Teresita estaba en mirarlo. Apuró el último vaso para terminar con el martirio.

“ ¿Te pido otra rubia?... ¿Rubia?” Le dijo agarrándole la mano. “No, mil gracias, pero ya es tarde y mañana trabajo temprano. Mejor vamos.”

La acompañó hasta su casa que por suerte quedaba a pocos pasos. Él se veía satisfecho con la salida y parecía no notar que Teresita bostezaba tres o cuatro veces por minuto. Ella solo pensaba en dormir y él seguía hablando quien sabe de qué, cada vez mas cerca de su boca.

El final de estas citas suele ser predecible: ese ridículo sentimiento de culpa…ese pensamiento endemoniado que invade de pronto la conciencia y te susurra al oído: “juntó el valor para invitarte a salir, la remó toda la noche, te acompaña hasta tu casa… ¿y no le vas a dar ni un beso?”

“Quizás un beso puede mas que mil palabras”- Pensó Teresita en su mundo de ilusa romanticona. Dejó que se acerque del todo y ya no sintió la electricidad que había recorrido su cuerpo cuando esa tarde habían rozado sus manos. Ese beso fue mas bien una descarga eléctrica, una patada inesperada. Mas que un beso, un concurso de muecas. El movía su lengua compitiendo contra el Koh i noor: vuelta, vuelta, vuelta, arriba, abajo, vuelta…parecía que quería centrifugarle la boca. Teresita no reaccionaba. Empezó acariciándole el pelo, pero la misma descarga eléctrica tomó el control sobre sus manos y las caricias se convirtieron pequeños tironcitos. Alguien debe haberle dicho que los tirones de pelo son excitantes, ella no pensaba lo mismo. El tironeaba y ella se inclinaba hacia atrás para amortiguar el impacto, absorta por el tornado. Entre las mil revoluciones por minuto en su boca y la cerveza que se batía en el cerebro con los sacudones de cabeza, Teresita no salía de su hipnosis.

“Esto no puede ser real”- pensaba, pero si lo era. Volvió en sí cuando escuchó la voz de un hombre que gritaba desde un auto “ ¡Largala que no es chupete maestro!”

Se zafó de sus brazos, dio un paso hacia atrás y cuando iba a decir algo él le ganó de mano. “Que lindo beso Teresita. Sos muy especial, esta noche voy a soñar con vos. Que descanses”.

¿Qué decir?...

Llegó a su departamento a lavarse los dientes. Hidrató su boca y no volvió a pasar jamás por el quiosco. En los meses siguientes perdió 5 kg.: un poco por la abstinencia de golosinas, otro poco por la caminata de más que significaba dar la vuelta manzana para evitarlo.

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