jueves, 27 de mayo de 2010

Trapitos al sol en Altamar 10

¿Alguna vez te sentiste modelo publicitaria?

Algo así me pasó ni bien me embarqué. Desmitifiquemos el mito: es cierto. De los 600 tripulantes a bordo, calculo que más o menos el 75% eran hombres (incluyendo a todos los filipinos de la lavandería, la cocina y las maquinas). Y el mito del marinerito que baja a descontrolarse al puerto es cierto. Punto.
Pero peor es mientras están en altamar, porque en altamar los hombres también tienen necesidades sexuales, y si hay una mujer a bordo (o algo que se le parezca), no se escapa.
Me pasó ni bien me embarqué, que me sentí modelo de Playboy. Nunca antes me había pasado, que tantos hombres se dieran vuelta para mirarme, que me encararan mientras almorzaba o me llamaran a mi cabina sin yo siquiera saber quiénes eran. Era tal el acoso, que ya ni siquiera resultaba agradable. Durante la primeros días recibía llamadas constantes que resultaban muy irritantes porque cada vez despertaban a alguien diferente en la cabina (cuando lo más preciado que uno tiene en el crucero ¡es el sueño!).
De a poco fui entendiendo como funcionaba. Cada uno de los tripulantes tenía su pareja de barco. Al margen de sus respectivas familias en su país de origen, este “novio de barco” cumplía ese rol, no de amante, sino de pareja formal, con todas las letras. Asi, las chicas y sus “maridos” como llamaban los hondureños a sus parejas (pese a que no estuvieran ni casados ni mucho menos), dormían juntos todas las noches, salían a pasear de la manito felices frente al mundo, compartían todo: el día a día. Sin embargo a la noche era hora de llamar a casa y hablar con los hijos y el que tiene el anillo.
Fue chocante. Fue duro entender que alguien que tiene una familia completa esperando a que vuelva a su casa, puede tener también una vida paralela, como si nada. Que puede dormir todas las noches con otra persona, y saber que su marido o mujer en casa, también están durmiendo acompañados. Que además probablemente sean sólo unos meses los que comparta con este amor “de barco”, temporal, y que quizás ya no vuelvan a verse nunca más en la vida.
Creo que es algo sólo se puede entender una vez que se vive.
Yo no tenía una familia esperando en casa: pero también caí en la movida…

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