miércoles, 5 de mayo de 2010

Trapitos al sol en altamar 2

Lunes 02-06-08
Mi primer miedo se resolvió para bien. Apenas se abrieron las puertas en el aeropuerto de Atenas vi un cartel de Pullmantur. No sólo me esperaban a mí, en el mismo momento llegaban unos 100 pasajeros. Un cartelito aparte, más atrás y más oscuro resultó ser el taxista que me llevaría hasta el puerto de …¿Pireo?...no se, ya lo aprenderé.
Durante el viaje me charlé todo con el griego. Bastante parecidos a nosotros los griegos, y por suerte hablaba bien ingles porque si no se me iba a complicar. De los carteles en la autopista no entendí nada, aunque si no fuera por los carteles la autopista perfectamente podría haber sido en Argentina. Unos 40 minutos de viaje y llegamos a destino: el puerto.
Me recibió Manol, me hizo sentar, y acá estoy…hace ya unos cuantos minutos Waiting, y si digo que excitada me quedo corta.
Sello va, sello viene, me pusieron algo en el pasaporte, en griego, que nunca lo entendí y ahí fui a enfrentar el barquito, con la mochila al hombro y la sonrisa de oreja a oreja.
Me bajaron el excite de un hondazo. Apenas puse un pie en el barco me pidieron la carta de empleo. Pase algo así como media hora revolviendo la mochila, tirada en el piso, en el medio de la entrada de pasajeros, sin poder encontrarla. La media hora más larga de mi vida, hasta que uno de los security se avivó un poco y al menos me corrió del medio. Una vez adentro y más tranquila, revisé todos los bolsillos y al fin la encontré. (Yo ya me había imagino de nuevo en el avión para Argentina).
¡Quizás me hubieran hecho un favor si me mandaban de vuelta!. Casi no me dejaron llegar. Presenté todos los papeles en lo que para mí era recursos humanos (mas tarde aprendí que lo llamaban “Crew Purser”), me secuestraron el pasaporte, y una vez privada de mi libertad me dieron una tarjetita que se iba a convertir en mi vida: el “Crew Pass”.
El Crew Pass es algo así como el documento de identidad del marinero. Con eso entras y salís de todos los puertos, subís y bajas del barco, compras en los bares del crucero… todo.
De la oficina del Crew Purser, al sector de uniformes. Acababa de pisar el barco y ya estaba en deuda: con la famosa crew pass me hicieron comprarme dos camisas blancas, me dieron un chaleco que parecía de circo, un par de camisas hawaianas para la piscina (si si si, antes era pileta, ahora es piscina, ¡ya lo van a entender!) y listo. Uniformada me llevaron a lo que iba a ser mi hogar: la cabina.
Vale destacar que como es lógico, en una hora de barco ya me había perdido al menos cinco veces. Los pasillos internos no tienen ni una sola ventana, bueno…claraboyas, y son angostos, oscuros, y llenos de puertitas, todas iguales. Mi cabina era en el tercer piso, cuando llegué el primer día estaba toda oscura, así siguió durante los 4 meses que estuve abordo.
Con dos días que llevaba ya sin dormir, el itinerario se me hacia agotador. Y yo que pensaba que el primer día era de bienvenida…
A las 3.30, una vez hecho todo el tramiterío, me acosté un ratito, y a las 5 me levanté para ir a trabajar. Si si si , primer día, después de un dia entero de viaje, me tocó el turno de 6 al cierre en el Plaza café.
A las 6 tuve el curso de orientación: “si suena la alarma de emergencia, tenés que salir corriendo con el chaleco hasta tu posición”- decía el Security captain. A mí me tocaba 10 fwd starboard side (termine de entender donde era casi cuando estaba por renunciar! Nos dieron un tremendo manual para leer y aprenderlo de memoria. Tipos de matafuegos, tipos de incendio, evacuación, bomba, primeros auxilios,¡ todo!
A las 7 de la tarde estaba trabajando. Bueno trabajando….intentando trabajar. Más perdida que aguja en un pajar.
Me habían dicho que a las 7 tenía que estar en el Café Plaza, piso 8. Tuve que preguntar unas 5 veces las direcciones para poder llegar. Claro…para los pasajeros es muy fácil, no salen del piso de su camarote, y los dos pisos donde están el teatro, los bares, restaurantes y con un poco de suerte, la piscina. En el Zenith, esos pisos eran el 7, el 8 y en el 11 el bar Marina, el Spa y la pileta.
En el 7 fwd estaba la parte inferior del teatro Broadway, a la salida un barcito miniatura de nombre “Harrys bar”, seguido por Rendez Vous (el bar más grande abordo con una capacidad para unas 150 personas sentadas ) y por último, el Restaurante Caravelle. Gigante. Capacidad aproximada para 700 personas sentadas.
En el 8, la continuación del teatro, parte superior del Broadway. Pegado al teatro, el Casino con su barra correspondiente y la oficina de excursiones; el siguiente bar era el Café Plaza, con un mini quiosquito al lado y en frente los locales duty free. Casi escondido al final del piso 8, en un remoto rincón, el bar Premium: Michael´s Bar: el único de todo el barco donde se pagaba la consumición, por tratarse supuestamente de bebidas de alta calidad.
Subi y baje, subi y baje, hasta que encontré lo que buscaba. Finalmente cuando estuve detrás de la barra, e intentaba descubrir en donde se guardaba cada cosa y cuáles eran los tragos que salían mas, me hicieron cambiar a otro bar.
Piso 7, el bar de Broadway, pleno comienzo de show, capacidad para 800 personas y todos entrando juntos y pidiendo al mismo tiempo. Digamos que en 10 minutos había que sacar al menos 500 tragos. Obviamente en el primer día, y en el apuro, todo lo que hice fueron complicaciones para el resto de los bartender.
No contentos con eso, apenas terminó el show, tuve que salir corriendo para el Harry s Bar. Ya les contare detalles, pero nunca pude entender la funcionalidad de ese bar, creo que no la tenía. Todo salía servido de Rende Vous que estaba en frente. Claro que esa noche todavía no lo sabía, por lo que me pasaba horas buscando cosas que nunca iba a encontrar.
¿La anécdota del día?. Fue en el mismísimo Harry´s Bar. Como lo único que encontré para hacer fueron caipiriñas, fue básicamente lo único que hice en toda la noche (bah…en la horita movida que me toco en Harry´s). Acosada por la horda de gente que salía del show y se topaban sedientos con mi barra, yo batía ávidamente una caipiriña, pero cuando terminé de batir, no pude abrir la coctelera. Haciéndose el héroe, uno de los pasajeros se ofreció a hacerlo por mi. En el primer intento me negué, pero frente a la insistencia no pude más que decirle que si. “Tené cuidado porque te la vas a tirar toda encima”- le advertí cuando vi la actitud que le ponía a la tarea. No llegué a terminar de decirlo, que ya se había bañado la camisita limpia, rosa, impoluta con la pegajosa cachasa.
Fue un día super largo. En 8 horas de trabajo me pasaron por cuatro bares distintos, y terminé a las 3 de la mañana limpiando el bar de la piscina.
¿Qué aprendí? Bueno, la frase más repetida por todos en mi primer día fue: “no le ponga sentimiento”. Después de cuatro meses de trabajo puedo afirmar que fue una de las cosas más sabias que me enseñaron, por el ambiente del que se trataba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario