lunes, 14 de junio de 2010

Breve

El televisor se encendió como por arte de magia a las 6:45 A.M. Unos minutos después, sonó también la alarma del celular. Con los ojos todavía cerrados palpó su mesita de luz tirando todo lo que encontraba a su paso: la pila de libros acumulados sin leer, la foto familiar…finalmente encontró el teléfono.
La habitación estaba todavía muy oscura como para ser horas de despertarse. ¨La noche se hizo para dormir¨ -pensó, y tras un largo bostezo estiró con furia todas sus extremidades y juntó fuerzas para sentarse en la cama. Una vez mas, era presa de sus responsabilidades. Hubiera sido bueno hacer sus ejercicios de respiración matutinos, pero el conductor del noticiero al anunciar la hora y la temperatura, le indicó que ya no estaba a tiempo.
La sensación del agua corriendo por su cuerpo ayudó a despegar las pestañas y dar por iniciado el nuevo día. Mientras se enjuagaba el pelo, chequeaba constantemente su reloj de pulsera e intentaba recordar los sueños de la noche pasada.
Tomó el café como de costumbre. Mientras lo preparaba comenzó a entreverse el resplandor de la mañana y pensó que si viviera junto al mar, pondría el despertador todos los días un minuto antes del alba para ver el sol salir en el horizonte. Hoy su horizonte se limitaba al edificio de enfrente, donde un hombre preparaba su desayuno casi tan automáticamente como ella.
Anduvo las dos cuadras hasta el metro con paso ligero; un poco por el apuro que llevaba, otro poco porque seguía el ritmo de la música que sonaba en su reproductor (si mal no recuerdo era el canto del loco).
El tren no tardó en llegar, pero al ver lo comprimida que se encontraba la gente en su interior dudó un minuto antes de subirse. Volvió a controlar su reloj de pulsera que daba ya las 7:32. No podía darse el lujo de dejarlo pasar, así que respiró profundo (como si supiera que iba a ser la última vez por un rato) y filtró su cuerpo entre la masa contorsionándose lentamente. Creyó que la vida era muy injusta, ¿quién merecía arrancar su día así? Viajando hacinados como vacas…ni aun las vacas serían dignas de eso. Al menos serían unas pocas estaciones.

Giró la llave en la cerradura y con el crujido habitual de la puerta entró en la oscuridad de su casa. Al cerrarse tras de si, se perdió el único haz de luz que venia del pasillo, por lo que se apuró hasta la cocina y encendió el interruptor. Abrió la heladera, la recorrió de arriba abajo con la mirada y tras un largo suspiro tomó la botella de agua. Un día demasiado largo como para cocinar a esas horas. Unos pocos sorbos de agua bien fresca le dieron el alivio que buscaba. Al fin y al cabo mañana estaba ya muy cerca y pronto seria la hora de desayunar.
Los pasos que la llevaron hasta la habitación parecieron eternos. Se desplomó en la cama todavía con ropa, clavó la vista en el techo (en una pequeña mancha de humedad en el techo)y dejó que recorra por su mente en blanco un breve resumen del día.
Pues bien, no vivía a orillas del mar como para ver el alba cada mañana, y el metro seguiría por ahora siendo el mismo hacinamiento y agobio de todos los días; pero al menos tenia un techo que guardaba sus sueños y un colchón que además de cobijarla atajaba por las noches sus ilusiones dormidas.
Pensó en su fortuna por tener un lugar donde descansar , cuando su cuerpo ya no tenía fuerzas para ponerse el pijama.
Por un momento usurpó sus reflexiones la muchacha del metro. Ojala no llorara ya. Concentró todas sus fuerzas para que de alguna manera sus lágrimas se convirtieran en espejitos de colores y esperanzas voladoras. Le urgía llegar a ella en un abrazo de consuelo. Invocó a su infancia, y con mucho esfuerzo convirtió esa manchita de humedad en el techo, en una criatura mágica. Tan mágica como lo fueron alguna vez el hombre del sombrero y la piernita sin dueño. Ella llevaría el abrazo a destino, y seria el mejor de los abrazos, de esos que nos llegan en el momento menos esperado y nos toman por sorpresa cuando mas los necesitamos.
Hizo fuerza, mucha fuerza… una bolita de pelos del tamaño de una pelota de tenis, gran sonrisa y apariencia amigable cobró vida ante sus ojos. Desapareció velozmente justo cuando ella empezaba a quedarse dormida; tan rápidamente como si entendiera la urgencia que la había creado.

La mañana la encontró aun sin pijama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario