martes, 15 de junio de 2010

Rompecabezas

“Cuando todo lo que hago se convierte en un análisis exhaustivo del ayer, del ahora y de las posibles consecuencias. Cuando dejo de ser yo, por buscar aquello que pienso se acerca a lo que yo era, cuando las cosas eran diferentes. Cuando no pensaba. Cuando actuaba y ya.
Y eso que pienso que era, cada día es un poco distinto, y termino siendo nadie…un indefinido.
A veces no es beneficioso conseguir todo lo que se quiere.

Y si ayer me enoje, ¿y hoy ya no puedo enojarme?

Como puede la vida girar de un momento al otro. Cambiar el rumbo, cambiar los vientos y las mareas. Como puede lo que ayer me hacia sonreír, romperme el alma en pedacitos con tan solo silencio. Como pueden tus palabras llegar a mí de una manera tan perversa, tan poco natural, tan condicionada por mis cien mil prejuicios que no existen.

Que extraño es actuar, esperando que actúes en consecuencia…y cambiar la estrategia, y volver al juego, y arrepentirme, y tirar la toalla, y volver…y extrañarte y odiarte en una misma frase. Y mientras tanto intentar ser lo mas natural posible, sentir lo mas natural posible.
Que extraño es amar al ayer del que solo me quedan recuerdos, e intentar volver a enamorarme en el presente, de algo que claramente ya no es.

Quizás de nada sirva la sinceridad al extremo. Solo me hace sentir mejor. Quizás ya no funcione contigo, aunque no dejó de ser una de mis estrategias, una de las tantas por las que pasé. Quizás no funcione, pero funcionará algún día con quien sea la persona capaz de aceptarme así.
Y quizás estar agotada me ayude. Porque me cansa este tire y afloje de nunca acabar, me dan ganas de borrarte definitivamente de mis registros. De mi pasado, de mi futuro. Borrar todo lo que te involucre y generar espacio para cosas nuevas, que ya no vengan condicionadas“.



Habían pasado tres largos meses. Meses en los que cada día, sin falta, lo inventaba en los colectivos o bautizaba desconocidos con su nombre. Meses en los que indefectiblemente lo llamaba con el pensamiento, como si él fuera a pensarla solo porque ella no dejara de hacerlo.
Día a día perdía lentamente las esperanzas, pero junto con el dolor, la ausencia traía también esa paz que nos da la certeza. Esta vez una triste certeza: a él no le importaba. Pero certeza al fin, que es siempre mejor que la incertidumbre de esperar, y aferrarse a la esperanza cuando todo el resto se ha dado ya por perdido.
Recién a los dos meses y medio, tuvo la extraña experiencia de conocer a otro hombre (que no casualmente, le hacia recordarlo), y el infaltable masoquismo femenino se sintió atraído. Y digo extraña experiencia porque tenían tanto en común...fue una extraña sensación la de hablar de las mismas cosas y olvidarlo un poquito mientras lo hacia presente.

Durante el día aun lo inventaba entre la gente, pero ya no lo soñaba por la noche. Seguía intrigada por su presente, pero ya no pensaba en buscarlo.
Paso por paso se alejó de esa historia terminada, pero a su vez inconclusa. No eliminó los recuerdos, pero si números de teléfono, direcciones de mail y fotografías. No dejó de quererlo, pero si de desearlo. Se dejó llevar por nuevas historias, reformuló sus proyectos, se adueñó nuevamente del 100% de su vida.
De vez en cuando lo sentía en el abrazo de otro hombre, pero rápidamente aniquilaba su fantasma con una inhalación profunda y un extenso suspiro.
Las cosas habían mejorado ampliamente. Lo había superado a tal punto, que ya no dudaba en usar el perfume que él le había regalado cuando tenía una cita. En su mente había dejado de ser ¨el hombre perfecto¨, su nombre volvía a ser solo un nombre. Ya no había calles que caminar en su encuentro, ni canciones que lo invoquen.

Pero la vida nos pone a prueba constantemente y lo que ayer era una certeza, hoy se derrumba en el instante en que ella responde el teléfono y escucha su voz al otro lado...
Tres meses, pasaron tres meses. Todavía le tiembla el pulso como si nada hubiera cambiado...


“Es cierto, creí que iba a amarte para toda la vida. Lo siento. Alguna vez vi un futuro que se desvanecía sin tu presencia. Mis pensamientos no alcanzaban a ir mas allá de mi existencia lejos de tu amparo, pero la realidad suele superar lo planeado.
No quise dejar de quererte. No lo elegí. Puedo asegurarte que todo seria tanto más fácil para mí, si aun se despertaran la ansiedad y la excitación frente a tu presencia….lo siento. Y realmente lo siento.
Hoy mi realidad esta lejos de tu alcance, no quizás de tus pensamientos. No has dejado de Ser, no dejaras nunca de Ser, ni siquiera cuando haya pasado a formar parte de tus recuerdos. Tú seguirás Siendo. Siempre. Tu presencia ocupara aun mi existencia, solo que ubicada en algún rincón a la vuelta del alma.
Igual no lo entenderías…
Quiero explicarte, pero se que no vale la pena. Porque tu corazón y el mío no funcionan de igual manera…porque nunca lo han hecho. Porque todas las palabras del universo no me alcanzarían para expresarme, porque nunca me han alcanzado. Porque si alguna vez supiste captar cuanto te amaba, no fue gracias a las palabras, no fue gracias a mí….fue el lenguaje de mi piel, envolviendo tus cinco sentidos; y ese lenguaje ya no existe en el mundo contemporáneo…
Quiero explicarte y dudo, si es a ti o a mi misma que me explico. Si busco aclararte algo que jamás me has cuestionado, o si en verdad intento convencerme de aquello que no encuentra explicación si quiera en su propio origen. Entiendo que jamás voy a poder esclarecerte lo que yo misma no acabo de comprender. Y así como busco convencerte de que ya no te amo, quisiera aprender a convencerme de lo mismo.
Es sólo que me invaden los recuerdos. Aunque busque esquivarlos, aunque intente negarme a dejarlos crecer en mi, me llenan los buenos recuerdos. ¿Y como hacer para pelear contra tu sonrisa que se congela en mi retina y nubla todas las demás sonrisas? ¿Como aprender a dejar de querer los recuerdos, que se que nunca van a lastimarme, porque son solo recuerdos, porque ya no van a cambiar, como cambian quienes los generan?”


Ella se prepara para salir. Parece más apurada que de costumbre, pero contrario a eso, dedica más tiempo del habitual a cada detalle. Es la tercera vez que controla la perilla del gas: efectivamente está cerrada. Echa un último vistazo a su alrededor para asegurarse de que todo esté en orden; se mira de frente al espejo como al pasar, y mientras toma las llaves se dirige a la puerta de entrada.
Pareciera que en su recorrida con la mirada no reparó ni un instante en la montaña de ropa apilada en el suelo, ni en los cacharros sucios en la cocina o la luz encendida del baño. Estaba muy apurada para eso.
Apenas puso un pie en la vereda entendió que el atuendo elegido (después de una larga tanda de cambios) no era el más apropiado. La temperatura había descendido abruptamente desde que ella volviera a su casa por la tarde. Una ráfaga helada se coló por su escote y se abrazó a si misma mientras apuraba el paso.

Fue en el mismo bar de siempre. Lo esperó sentada en la esquina unos diez o quince minutos: tampoco eso era novedad. Esos mágicos minutos antes del encuentro solían atraer los pensamientos más variados y delirantes. Eran minutos de tensión y reflexión, en los que buscaba calmar los nervios con teorías tan abstractas como la vida extra-terrestre o la evolución del hombre.
En esos momentos solía verse a si misma como una extraña maravilla; una maquinaria ¨natural¨ que alguna vez, alguien, había inventado para luego olvidarse se su existencia. Miraba entonces sus manos con asombro, como volviendo a la infancia, movía cada uno de sus dedos sorprendida por su capacidad de respuesta. Con el mismo encantamiento analizaba el mundo a su alrededor. Posó su mirada en un edificio antiguo, sus enormes ventanas, algunas ya dormidas, la elegancia de la mampostería, y ese gris opaco de la pintura blanca añejada. A la altura del primer piso, la escultura de un hombre sostenía un amplio balcón. Su expresión de sufrimiento y esfuerzo resultaban tan reales…su trabajo forzado sería tan antiguo como la pintura banca (ya desteñida) y a juzgar por el gris opaco, eso sería muy antiguo. Pensó que quizás el peso que cargaba y el sufrimiento en su expresión no fueran tan solo de mampostería, que así como mágicamente ella respiraba, aquella figura podría estar también sintiendo, de alguna otra manera.

Un bocinazo la devolvió a lo superfluo.
Adentro del bar sonaba Sabina, en su mente resonaban mil peguntas sin respuesta.
Comenzó a tararear ¨Con lo que eso duele¨ al compás de los músicos, intentando distraer la cabeza. Quizás Sabina no fuera lo más apropiado para distraerse: se detuvo detrás de cada frase.

Irónicamente, de tanto esperarlo, llegó cuando menos lo esperaba. De su boca salía un desafinado ¨me cansé de los desamores que duelen…¨. Fue una extraña sensación descubrirlo cara a cara, como si se hubiera materializado directo de sus pensamientos.

En el abrazo del reencuentro se fundieron todos los miedos.
“Una barrera de aire mas duro surca el espacio entre nosotros. Te miro…y tus ojos y los míos no aguantan la presión que ejerce la opuesta mirada. Es como si mi cuerpo calculara los centímetros que lo separan de tu perímetro, y encendiera una alarma cuando un movimiento cualquiera acorta la distancia. Te siento, vibro con tu energía a mi lado. Pero aunque muero de ganas de aunar esa energía con la mía, me paralizo ante la simple idea de acercarme.
Nunca mi cabeza fue tan obediente a las órdenes de mi alma. Tarde 5 cervezas y una noche en romper el hielo. Tardaste diez segundos en congelar mis intenciones.
Todavía descanso en ese abrazo. Y me pregunto si tu cuerpo siente esa fricción casi imperceptible pero llena de energía. Cierro los ojos y vuelvo a palpar tu hombro con mi mejilla; a acariciar tu espalda lentamente, a intentar transmitir lo que callo por medio de un contacto tan sutil.
Y en el oscuro imaginario de mi soledad…sonrío; porque cada vez que lo recuerdo se vuelve a llenar mi piel de esa energía, y vuelvo a sentirme protegida.
Y espero los días pasen sin robarme esa imagen, para poder hacerla real cuando no estés a mi lado, y el trajín del mundo reclame un rinconcito de contención, de tu amparo.
Anoche te soñé. Cuantas veces en los sueños dejamos salir todo aquello que nuestros miedos encierran de día….
Fue tan real, todo…bueno, casi todo parecía real. Y no es tan importante lo que acontecía, sino mi felicidad al despertar. Mis ganas de haberlo vivido, y ese dejo que tienen los sueños, de hacernos creer, que en alguna otra realidad, quizás si lo viví realmente.
Parece que a pesar de todos los miedos, me gustaría poder volver a abrazarte. No quiero enfrentarlo, no quiero hacerme cargo de mis decisiones, como hace rato no me hago cargo de nada. No quiero jugarme, porque soy cobarde, porque nunca me la juego (pese a que simule lo contrario). Pero mi inconsciente no me deja escapar tan fácil de todo eso…y me recuerda por las noches que mis deseos siguen latentes, ahí, esperando, por mucho que me niegue a oírlos.
Podría decirse que te materialicé. Que después de soñarte toda la noche te hiciste real entre el humo de la ciudad. Ojala hubiera sido como en mis sueños, pero me conformo con haberte mirado a los ojos mientras me contabas algo, que no se….que no registré, que no importaba, porque solo quería mirarte.
No entiendo, y no quiero entender. Como me nublo frente algo, o en este caso alguien, desconocido. No entiendo porque me preocupo en tratarte tan bien cuando no hay respuesta. Porque me debilito frente a tu miserable amabilidad y me pongo fuerte ante un maltrato que no me merezco, que no persigo.
¿Porque te quiero mas cuando te comportas como un idiota? ¿Que es lo que hay en tu discurso que me hace seguir intentando?”
Alguien le dijo alguna vez, que la esperanza es lo ultimo que se pierde. Palabras quizás sabias que arruinaron la vida a Penélope y quién sabe a cuantas otras mujeres. El minuto presente se sigue consumiendo sin piedad, y ella espera, a veces más, a veces menos. Espera sin saber que es lo que espera...
Y en mi carácter de testigo, yo puedo saber lo que anhela: un pasado que es historia, un ayer acontecido, que ya no volverá nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario