domingo, 6 de junio de 2010

Trapitos al Sol en Altamar 15

Rodas – Sábado 14-06-08

Drill a las 10:30. Drill es igual a simulacro. ¡Será posible!
En Rodas siempre tocaba simulacro de evacuación para la tripulación. Para ser mas explicita: sonaba la alarma a las 10 de la mañana, primero llamaban a Mister Skylight (el grupo de emergencias) así que el resto teníamos 15 minutos más para dormir. No muy placenteros, porque cuando sonaba la segunda alarma (conformada por siete pitidos cortos y uno largo-como decía la gallega del altoparlante), uno tenía que ponerse el chaleco salvavidas y salir corriendo a la posición que le tocara para evacuar a los pasajeros. ¡Como si un en caso de emergencia fuera a evacuar a alguien!. En mi caso, el lugar de encuentro era el piso 10, fwd, starboard side. De todo esto, que me llevó dos semanas entender, para mí lo único importante era eso del piso 10, lo que significaba subir 11 pisos corriendo por la escalera, ¡recién levantada y a las 10 de la mañana!
Después de encontrarnos en los lugares asignados, dirigir a todos los pasajeros a los botes de emergencia que les tocaran y chuequear todas las puertas ignifugas, sonaba una segunda alarma. Otra vez a correr, pero esta vez a nuestros botes, en donde, por ser simulacro y no tener que evacuar, el capitán paseaba entre la multitud haciendo preguntas referidas a la seguridad del barco a toda la tripulación. Y si contestabas mal…¡a la corte!. Si, si, suena gracioso, pero es real: a la corte del capitán. Sin excusas. Y a la tercera vez en la corte…taza, taza: ¡cada uno a su casa!
El dril terminaba unos 45 minutos más tarde. Todas las semanas lo mismo. Todos los Rodas, una hora de sueño o de playa perdida y unas ganas increíbles de asesinar al capitán.
Después del drill, al trabajo. Me tocó de 12 a 3 de la tarde. Ni hablar de la fila que había que hacer en el comedor para encontrar un lugar después del drill.
Ni bien salí de trabajar, a punto de tirarme a dormir, me llamó Rafa. Cambié de planes sin pensarlo demasiado y me fui a tomar unos mates a su cabina. Y como era de esperar, con lo débil que soy, y lo pujante del veneco, no me pude contener. Entre mate y mate charlamos de la vida y nos dimos unos besos. ¡Por suerte me quedaba yerba!.
El veneco me compró. A fuerza de simpatía, oído y perseverancia. A fuerza de estar, y darme la compañía que necesitaba para no caer en la triste rutina de trabajar, dormir, trabajar. Calculo que en altamar, encerrado entre cuatro paredes y viviendo un mundo ajeno al propio, uno se sensibiliza más, y necesita poder compartir todas esas emociones con alguien. Ese día Rafa se metió un poquito más en mi vida. Un poquito más que el resto, un poquito más que todos.
A las 5 entró a trabajar, y yo me quedé dando un par más de vueltas. Volví a cenar con el acosador de la banda, pero está vez mucho más tranquila. Ya no me sentía “perseguida”, porque había elegido con quien quería compartir mis días, y de esa manera cerrado las puertas a todo el resto.
Cayendo de nuevo en mi realidad, volví a trabajar a las 6 de la tarde, y cuando salí a las 2 de la mañana no tuve mejor cosa que hacer que ponerme a lavar las camisas. Esta vez las llevé al lavarropas (cosa que me tocaba una vez por mes, porque en general las lavaba a mano). El barco tenía 5 lavarropas para los 600 tripulantes, de los cuales funcionaban dos. Con suerte encontré uno disponible, con tan poca suerte que, como me suele suceder, metí también un pantalón a lavar y desteñí todas las camisas. Ahora mi uniforme era rosa.
Una hora esperando en el deck 7 para que termine el lavado. Como sería de ahora en más, me hizo el aguante Rafa.
Cual historia de amor yanqui, donde los protagonistas se conocen entre lavados y lavado, terminamos con las tareas del hogar y me fui a echar a su cabina hasta las 5 30 am cuando volví a reposar en mi lecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario