viernes, 13 de mayo de 2011

Teresita Tucita- Capitulo 13

Wow. Que noche.
Amaneció sonriente y relajada. Se desperezó sin vergüenza y se incorporó en la cama para verlo cambiarse. Él anudaba su corbata con esmero frente al espejo. Recién bañado y con olor a perfume se lo veía aún más lindo que la noche anterior. Lástima que tuviera que irse a la oficina, con lo bien que lo hubieran pasado unas cuantas horas más en la cama.
“Levantate tranquila, te deje algunas cosas para desayunar en la cocina y el portero esta abajo. Cuando te quieras ir, él te abre, si?”. Le dio un último beso apasionado y se fue dejando las puertas abiertas para la próxima.
Ella se desperezó unas cuantas veces más, con toda la calma del mundo. Rodó por la cama matrimonial de una punta a la otra disfrutando del momento, y finalmente se decidió a levantarse. Se puso la remera que le había sacado a él la noche anterior y tapando a medias su desnudez fue a hurgar en la cocina para preparase el desayuno.
Un poco de café y unas galletitas algo húmedas... no estaba mal. Se tomó dos tazas enormes de café con leche para terminar de deshacerse de la resaca y volvió a la cama un ratito. Un retorcijón en el estómago la agarró desprevenida. Al parecer el café estaba un poco fuerte. El retorcijón se hizo mas fuerte, y más y más…hasta que la situación se volvió insostenible.
Teresita saltó de la cama ya sin ningún relajo y se dispuso a cambiarse lo más rápido posible para ir al baño de su casa, o al de Carlitos…a cualquier baño menos a ese. Lamentablemente no hizo a tiempo. Mientras se ataba los cordones de la zapatilla en cuclillas las ganas s hicieron insostenibles y no tuvo más remedio que usar las instalaciones de la casa.
No fue tan grave. El problema llego cuando la mecánica hidráulica no quiso cumplir con su deber, y al tirar la cadena las leyes de la física se revelaron. EL agua subia, subia, subia y subia, pero no parecía tener intenciones de bajar, desbordaba con sutileza por el cráter del inodoro y cuando muy lentamente se filtraba nuevamente por la cañería, la potencia era tan débil que todo lo que alguna vez habia flotado ahí, pues ahí seguía flotando.
Teresita empezó a desesperarse. Evidentemente no podía volver a tirar la cadena, porque ya había quedado demostrado que el aparato no funcionaba. Buscó un trapo para secar el piso mientras en su cabeza se desarrollaba un brainstorming con objetivo principal “como deshacerse del paquete”.
El baño quedo impecable, pero el problema no estaba resuelto. “Ya fue, lo meto en una bolsita”. pensó. “Vino conmigo, se va conmigo. Si somos yo y mi alma, nadie tiene por que enterarse. Lo meto en la bolsita, a la cartera, y al baño de Carlitos”.
De un cajón de la cocina sacó una bolsa de supermercado y todavía incrédula de lo que estaba haciendo, lo metió adentro. Se animó a apretar hasta la mitad el botón de la cadena y un hilito de agua corrió arrastrando los papeles de la evidencia. La escena del crimen quedó despejada. Sin rastros, como si toda una profesional se hubiera encargado del encubrimiento.
Hizo la cama, volvió a la cocina, lavó las cosas del desayuno y dejó todo en perfectas condiciones. El estómago se le seguía retorciendo, empeorado por los nervios de lo que había sucedido. Quizo apurarse en partir para evitar nuevos accidentes, guardó todas sus cosas y cuando estaba a punto de abrir la puerta se le ocurrió escribirle un mensajito.
Del anotador de la heladera arrancó una hoja en blanco y con lápiz negro escribió: “Lo pasé muy lindo anoche, espero que volvamos a vernos”. La dejó sobre la mesa de la cocina y cerró la puerta del departamento tras de sí; el golpe retumbó en todo el edificio.
Saludó amablemente al portero y una vez en la vereda empalideció de golpe cuando una imagen clara, concreta y real se cruzó por su mente: La mesa de la cocina limpia por completo con una hermosa nota de amor, y una bolsa de supermercado mal oliente!
Ya no pensó, actuó por reflejo. Paró un taxi y fue la última vez que estuvo parada en esa cuadra; y en el radio de 10 cuadras a la redonda.

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