lunes, 23 de mayo de 2011

Teresita Tucita- Capitulo 14

Otro día deprimida en su casa. Otro día de analizar a cada minuto porque no fue, porque salió mal, porque nadie la quiere. Esos días deprimentes suelen estar seguidos de una noche igual o más triste aun. Sabemos que la oscuridad y el silencio de la noche atraen a la melancolía, y Teresita siempre supo cómo acompañar a la melancolía. Por suerte siempre existe una amiga fiel, de esas que arrastrándote de los pelos logran sacarte del a cama.

“Vamos Teresita, hay que salir a divertirse. Ya va a llegar, vos no te preocupes, pero si te quedas encerrada en tu casa no va a venir a tocarte la puerta”.

Con cara de un día entero de llanto y más maquillaje que ganas partió rumbo al boliche.

Bajaron del taxi y la fila era de una cuadra entera. Fue el primer intento de Teresita de salir corriendo, subirse al mismo taxi que las había llevado y volver a su casa a seguir llorando. No logró escaparse. Hizo la fila como el resto de la gente y para pasar el tiempo se dedicó a “examinar” los especímenes que la rodeaban.

“Acá no compito”- pensó. “Mira esos tacos, yo no se cómo se mantiene en pie. Seguro que llega a su casa a poner las patitas en un balde con agua con sal; seguro. No hay quien soporte esos zancos, y menos para bailar, estas minas están locas. Uy! Ni hablar de la pollerita…con este frio! Y me vas a decir que esas medias abrigan? Si tienen más agujeros que otra cosa. Muy sexys, muy sexys pero están sufriendo, se les ve en la cara, y sufrir no es sexy. Además, que poco compañeras…obvio que yo como estoy no me levanto ni a la mañana. De hecho no se qué hago acá, si tengo más ganas de meterme en la cama calentita que otra cosa…Si, creo que me voy…” Fue el segundo intento de Teresita de escapar: también frustrado. Justo en ese momento el hombre de seguridad la hizo pasar y cuando quiso darse cuenta ya estaba adentro.

Lo vió apenas entró, y el corazón le latió al ritmo del punchi punchi casi tan fuerte como la música. Lo vió y sin saberlo volvió a sonreír, pero antes de que pudiera reaccionar él se había perdido de vista.

Teresita se compró un trago. Ya no sabía si era para ahogar las penas, pasar el frio o simplemente por el gusto de tomar un trago. El caso es que al no poder descifrarlo, decidió tomar uno por cada causa. En el primero hizo flotar sus desagracias, para el segundo había entrado en calor, y se dedicó a disfrutar el tercero sin moverse de la barra. Su amiga se había perdido en la pista y cuando quiso salir a buscarla sintió que los tres tragos juntos subían en un tour organizo al cerebro. Dejó sus penas junto con la propina y haciendo eses caminó hasta el centro de la pista y comenzó a bailar sola. Fue en uno de sus giros que volvió a verlo. La sorpresa la puso en alerta nuevamente. Él era alto, muy alto, sobresalía del resto de la gente. No bailaba, pero movía su cabeza al ritmo de la música y miraba las medias agujereadas y las polleras cortas de todas, todas menos una.

“Claro..si parezco una monja, nunca me va a mirar, ni se va a dar cuenta de que existo. Tengo que llamar su atención de alguna manera”. Teresita todavía no encontraba a su amiga, y por mucha actitud que le ponía a la noche, se encontraba sola y algo mareada entre una muchedumbre de gente que le pasaban por al lado y cuando no, la llevaban por delante.

“Ya estoy acá, me banqué hasta ahora, no voy a dar la noche por perdida, ese alto me va a mirar…”. Teresita pensó alternativas y se decidió por la más práctica. Sin pensarlo dos veces se trepó al parlante que estaba justo al lado del grandote y continuó bailando con más actitud que nunca, procurando ser lo más sexy que jamás hubiera sido. Si no competía por la pollera y los tacos, iba a competir por los movimientos. Meneaba sin parar y lo miraba fijo, hasta que logró captar su actitud. Cruzaron miradas y alguna sonrisa. Satisfecha con su logro Teresita siguió bailando entusiasmada sin sacarle los ojos de encima. Tan entusiasmada y tan concentrada en mirarlo a cada instante, que olvidó que no estaba bailando en tierra firme. “Menea para aquí, menea para allí…” El allí fue un paso en el aire.

Cuando volvió a abrir los ojos ya no se escuchaba música, pero había encontrado a su amiga. Recuperó la conciencia en la ambulancia después de darse la cabeza contra el piso desde un parlante de metro y medio de altura. Había cumplido su objetivo: seguro que el alto la miró más que a nadie ninguna mientras volaba en caída libre al ritmo del punchi punchi.

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